Una agenda para 2012

AutorJorge G. Castañeda y Manuel Rodríguez Woog

Ya pasaron las elecciones intermedias de 2009 y los actores están en los últimos días de una más de sus batallas legales y políticas. A pesar de los malos augurios, las cosas salieron razonablemente bien en la organización del proceso: las querellas acabarán resolviéndose de manera institucional y no en las calles. ¿Qué sigue ahora para el gobierno en los próximos tres años, si la salida de la crisis económica no está en sus manos, si no hay manera de bajarse de la guerra contra el narco, ni tampoco manera de ganarla, si el carácter hiperminoritario del PAN en la Cámara imposibilita cualquier avance sin el PRI, y el PRI no quiere ni puede darle medallas al Presidente? Es inevitable que las elecciones del 2012 dominen cada vez más la agenda y voluntades de los actores políticos; todo dependerá de la manera en que se quiera abordar la perspectiva de la sucesión presidencial. El Presidente tiene que decidirse: o administra el día a día de la crisis económica y de la guerra contra el narco, o coloca en el centro del debate los grandes temas que trasciendan las inercias de la administración pública y la política partidista.

En México, una vez que pasó la preocupación sobre la transparencia y legalidad de las elecciones, llegamos en los dos últimos comicios presidenciales a un referéndum donde quienes transformaron la votación en ello, triunfaron: Fox en el 2000 para "sacar al PRI de los Pinos", y Calderón en 2006 sobre el "peligro" de López Obrador. Pero está táctica -a cuyo diseño y aplicación en el 2000 no fuimos ajenos los autores- se ha agotado. México no puede seguir celebrando virtuales plebiscitos cada seis años, en elecciones por completo desprovistas de carácter programático. En todo caso, hay que transformar el 2012 en un referéndum sobre el programa, y no sobre el copetón, el pelele o el heredero: ¿cuáles son las cuatro o cinco grandes ideas cuya realización necesita el país para llegar al 2018 como una sociedad en crecimiento, de clase media, segura y ubicada en el mundo? El único que, por sus funciones y prerrogativas, puede fijar una agenda así de ambiciosa es el Presidente. Pero para ello tendría que abandonar ciertas predilecciones, y adentrarse en terrenos nuevos.

Calderón puede decirle al país qué y cómo lo quiere, sin importar si es o no realizable; puede abandonar la política de lo posible para elevarse al ámbito de lo deseable: no para lograrlo ahora, sino para convertir el 2012 en un referéndum sobre lo deseable, y así volverlo posible para su sucesor. Lo puede hacer, ya que, para bien o para mal, el gobierno como está diseñado se administra casi solo, y porque en México la esperanza es lo último que muere, fijada siempre en la canasta de una persona -sea el nuevo entrenador de la selección nacional de futbol o el próximo presidente de la República-. Nadie más lo va a hacer, porque se trataría de una apuesta de alto riesgo (aunque de alta ganancia también): muchos piensan que en México, por lo mismo, las elecciones sólo se ganan sin agenda, porque poner agenda es peligroso. En una versión actualizada del aforismo de Fidel Velázquez: al que se le muevan las ideas, no sale en la foto.

Como lo muestran diversos análisis de los procesos electorales de 2000 y de 2006, e incluso de 2009, los comicios tienden a ser definidos cada vez más por los votantes más modernizados, más vinculados con los beneficios de la globalización. El voto duro aporta un piso, necesario pero insuficiente, para ganar una elección presidencial; lo demás viene de sectores oscilantes. Para nosotros, esos votantes pertenecen a las nuevas clases medias surgidas en estos últimos 13 años de constante, aunque magro, crecimiento, en condiciones de estabilidad macroeconómica que permitió el acceso al crédito, bienes y servicios a los cuales no se renuncia fácilmente, como la vivienda, autos, vacaciones, crédito en tiendas, etcétera. Ellos inclinaron la balanza a favor de Fox a partir de mayo de 2000, y en marzo de 2006 empezaron a dudar de López Obrador como mejor opción, retirándole al final el apoyo.

Existe hoy una oportunidad para desechar la fácil retórica nacionalista de la soberanía, la patria pobre, la corrupción como causa única de los males, la simulación, la guerra por la patria, para al menos intentar que el país entre en una dinámica de propuestas que obliguen a todos a mostrar sus cartas y hacer explícita su postura. Al país le traería mucho más beneficios la presentación de una agenda escueta pero audaz y visionaria, irrealizable por ahora pero necesaria para el...

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