Ana Laura Magaloni / Los nuevos abogados

AutorAna Laura Magaloni

Comúnmente, la abogacía es concebida como una profesión dedicada a preservar el statu quo. El trabajo de los abogados, en cualquiera de sus "modalidades" (asesor legal, juez, funcionario público, litigante) se concibe como una forma de mantener el orden social existente a través de ayudar a que las normas jurídicas vigentes se cumplan. Dentro de esta perspectiva, el derecho y la abogacía son sinónimos de continuidad y permanencia. Los estudiantes de Derecho, por tanto, son personas más bien conservadoras y adversas al cambio.

Esta es una forma estrecha de concebir la profesión legal. Los abogados también pueden ser vehículos para el cambio y la transformación sociales. Los estudiantes de Derecho también son personas idealistas, inconformes con el statu quo y con una fuerte convicción por la justicia. Mandela y Gandhi, por ejemplo, fueron abogados. Asimismo, una parte importante del movimiento de Derechos Civiles en Estados Unidos de mediados del siglo pasado fue impulsada por abogados que utilizaron el litigio como forma de cuestionar la constitucionalidad del régimen de segregación racial e impulsar una mayor equidad jurídica entre negros y blancos.

¿De qué está hecha entonces la profesión legal? ¿Cuál es la función de la abogacía? ¿A qué se dedica un abogado? Desde posiciones conservadoras o liberales, adversas al cambio o impulsoras de la transformación social, el abogado tiene una función muy concreta: prevenir y pacificar conflictos sociales o políticos. El derecho es el instrumento para ello. Contrariamente a lo que comúnmente se piensa, el abogado no es quien legisla, ni quien configura las normas jurídica en abstracto. Más bien, es el que utiliza esas normas para construir soluciones jurídicas a problemas concretos: desde la decisión de un juez en torno al pago de la pensión alimenticia de los hijos de padres divorciados o el diseño del contrato entre dos empresas para llevar a cabo un proyecto de inversión, hasta la demanda por responsabilidad internacional del Estado mexicano en materia de derechos humanos.

El buen abogado no es un busca pleitos ni un gran discutidor, sino un verdadero pacificador, conciliador y mediador de conflictos. El buen abogado sabe escuchar y entender la posición de su adversario, defender lo que le parece correcto, buscar la conciliación de posiciones, abrazar con convicción lo que considera justo y ético en cada caso. Su principal función es lograr que las relaciones jurídicas entre personas o con la...

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