El año que viviremos en peligro

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

a democracia grita todos los días que el lobo se acerca. Cuando está enfrente, pocos escuchan la alarma. El gobierno nos lleva al precipicio, los electores están hartos, la corrupción es intolerable, los políticos no merecen ninguna confianza. El estallido ya no puede contenerse. Lo escuchamos todas las mañanas en el desayuno. Lo seguimos oyendo a medio día y así, hasta la noche. La queja es el murmullo cotidiano de la democracia. Un régimen volcado a su propia denuncia. En ese metabolismo de la sospecha radica su salud y su vulnerabilidad. Se trata de un sistema capaz de corregir... y de confiarse. Ese es el argumento del politólogo inglés David Runciman en su libro sobre la historia de la democracia (The Confidence Trap. Princeton University Press, 2013). Una vida que transcurre en crisis. Tiene razón: no se ha descubierto un arreglo político más flexible que el democrático. Un sistema, al parecer, inmune a la obsesión y al fanatismo. Sus mecanismos de publicidad, sus instrumentos de castigo, la complejidad de sus equilibrios dan al pluralismo formidables capacidades de autocorrección. En ese orgullo se esconde su fragilidad, dice Runciman: confiada en su habilidad para vencer amenazas cotidianas puede ignorar el aviso de peligros extraordinarios. El régimen de las crisis también puede entrar en crisis.

¿Estamos en uno de esos momentos? Sospecho que sí. No me refiero en exclusiva al caso de México, en donde atravesamos la crisis más seria del régimen desde que se estableció el pluralismo en el corazón de las instituciones. Hablo de un tiempo cargado de amenazas para las democracias más estables del mundo. Si hace unos años se hablaba con enorme optimismo de la oleada democrática, hoy se habla ya de una resaca. El año que empieza será un año de prueba aquí y afuera.

Si digo que la democracia mexicana debe encarar la severidad de su crisis es porque se han debilitado sus mecanismos esenciales. Es cierto que logramos establecer un régimen competitivo. Si hace un par de décadas la experiencia más común era vivir bajo el gobierno compacto de un partido que siempre ocupaba todos los espacios, hoy es común vivir durante un tiempo bajo un partido para después padecer el gobierno de otro. Es común también que el color del municipio sea diferente al del estado y al de la federación. Ser gobernado simultáneamente por dos o tres partidos no es una vivencia rara. Sin embargo, de este mosaico no han surgido controles efectivos al poder. El fenómeno...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR