Arteaga: Escape al estilo norteño

AutorAnaline Cedillo

Texto y fotos: Analine Cedillo

Enviada

ARTEAGA, Coahuila.- Dejamos el centro de Saltillo a mediodía. A bordo de una camioneta, avanzamos por la carretera 57, custodiada por cerros viejos, pardos, que contrastan con el cielo azul brillante de este día de verano.

A buen paso, en menos de 20 minutos estamos en el corazón de Arteaga, declarado Pueblo Mágico a finales de 2012. Por esta cercanía con la capital del estado, la cabecera municipal es el destino favorito de los saltillenses para salir de fin de semana: los domingos, cientos de personas coinciden junto a la acequia (o canal de agua) que atraviesa el pueblo, compran en los puestos que se instalan en la Alameda y comen en los restaurantes especializados en carnitas y cortes.

Liliana Alvarado y su familia son originarios de Saltillo. Para ella, pasar el fin de semana en Arteaga es una forma fácil de romper la rutina y sacarle la vuelta a los centros comerciales. Sus niños son fanáticos de los paseos a caballo, de aventarse de una tirolesa o brincar en los inflables que se rentan en la Plaza Central, donde está la fuente.

El recorrido de aires campiranos es también una opción para los viajeros de negocios que visitan la capital de Coahuila y buscan complementar su experiencia sin ir muy lejos. O para turistas deseosos de conocer lugares históricos de tiempos revolucionarios.

Conjuntos de música norteña, conocidos como "fara fara", tocan un corrido en la Plaza; más allá, una pareja comparte un elote asado, camina y chacharea. Esta típica escena se repite en el pueblo desde hace décadas.

La costumbre de escaparse a Arteaga de paseo comenzó, aproximadamente, en 1950, cuando un pequeño grupo de personas puso una vendimia en la Alameda (que data de finales del siglo 19), recuerda Mario Monjaraz, cronista de Arteaga

y director de su Archivo Municipal.

Candelario Ibarra puso su merendero al sur del jardín. Ahí ofrecía productos de la sierra: manzanas, duraznos, chabacanos y algunas hortalizas; luego comenzó a vender conservas, ates y dulces.

Margarita Rodríguez ofertaba antojitos en la esquina noreste; Lucas Esparza tenía un puesto de elotes asados, cuya tradición conserva su hijo, Raúl; Santiago García puso juegos mecánicos y algodones, mientras que María de la Luz Flores vendía comida típica, como asado, arroz, fritada de cabrito, frijoles charros y carnitas. Su nieta, la señora "Chocha", sigue con el mismo negocio.

La gente se acostumbró al trajín de las mercancías y, hasta hoy, la alameda cobra vida cada fin de semana. Aquí hay puestos de nachos, cabrito, pollo asado o duritos...

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