Atrapados con salida

AutorGenaro Borrego Estrada

En el México actual toca fondo el descrédito de la actividad política y los políticos. La sociedad mexicana está harta de las confrontaciones, de los escándalos, de los constantes hechos degradantes así como de la ausencia de acuerdos, de debates inteligentes y enaltecedores, de consensos y, sobre todo, de soluciones a la compleja problemática nacional.

La economía pierde competitividad, no se están creando los empleos que se requieren, la emigración avanza como nunca antes, la pobreza se acentúa, los niveles de vida de la población descienden lamentablemente. Por su parte, la política está trabada; la euforia inicial por la alternancia ha evolucionado a un desencanto generalizado con el gobierno, los partidos, e incluso con los liderazgos sociales y empresariales. Es un desencanto que crece y se orienta peligrosamente a cuestionar la democracia misma.

La situación prevaleciente nos lleva a políticos, académicos y ciudadanos a preguntarnos ¿qué pasa?, ¿por qué estamos así?, ¿cuáles son las causas que propician todo esto?, ¿qué nos espera?

Cada quien trata de encontrar las respuestas, porque muchos queremos tener claro el diagnóstico para decidir el sentido de nuestras acciones. Todos también nos preguntamos ¿qué podemos y qué debemos hacer?

Extrañamos a Jesús Reyes Heroles, a Octavio Paz, a mentes lúcidas y visionarias que nos ayuden a esclarecer el panorama, tan saturado por la estridencia diaria, y así estar en capacidad de orientar la voluntad para darle contenido concreto a nuestro compromiso con México.

No hay rumbo; no hay carta de navegación; el barco parece andar a la deriva. ¿Por qué?

Así como muchos otros ciudadanos, hay quienes creemos que el problema es multidimensional y que hay causas profundas internas y otras, derivadas del contexto internacional que con azoro hoy vivimos. Sin embargo, cualquier análisis, elaborado o sencillo, académico o popular, coincide en ubicar, entre otras, a dos causas evidentes de lo que nos sucede; son el común denominador: el desorden, la corrupción y los intereses de grupos en los partidos políticos, por un lado, y la falta de liderazgo y la conducción errática del gobierno federal, particularmente del presidente de la República.

No es casual que esos dos flancos sean los preferidos, en el afán de encontrar motivos o caracterizar la situación enrarecida que vive nuestro país en estos momentos, los cuales se percibe que podrían y deberían ser, por el contrario, tiempos democráticos florecientes, de prosperidad y avance en todos los órdenes.

La institución presidencial y los partidos más importantes en México: PRI, PAN y PRD, nacieron y se desarrollaron dentro de un sistema que ya no existe. La fecha emblemática de su término es julio de 2000, cuando el PRI pierde la Presidencia de la República.

Están en crisis.

PRI: ¿oposición o cogobierno?

El sistema político que ya no existe más nació en 1929, con la fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR). Entonces era urgente unificar a las distintas fuerzas políticas que existían en el país, después de la revolución. El presidente Plutarco Elías Calles negoció hábilmente con los principales jefes militares para dar paso al nacimiento de un partido político que fuese factor de cohesión, en que todos tuviesen un espacio de poder, se terminara con el caudillismo, y así se iniciara una nueva época política de estabilidad, donde el país sería gobernado a través de instituciones y leyes, al consolidarse el Estado surgido de la Revolución Mexicana.

En 1938, las circunstancias del país habían cambiado y durante el gobierno del presidente...

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