El auténtico rincón cerca del cielo

AutorDaniela Zavala

Fotos: Jeremy Horner

Sólo hay que escuchar con atención y seguir el murmuro de los mantras y el retumbo a distancia de la marcha de los feligreses para llegar al kora o circuito de peregrinación.

En la parte tibetana de Lhasa, con su centro en el área de Barkhor, miles de devotos provenientes de remotos rincones de la meseta realizan una caminata de aproximadamente un kilómetro por un cuadrado público que rodea el Jokhang, el templo más venerado de Tíbet.

Con rosarios en la mano y ruedas de oraciones que giran sin cesar, los fervorosos fieles dan vueltas al santuario, como en trance, en dirección de las agujas del reloj.

Sólo algunos notan la invasión del extranjero que se une a la caminata. Lejos de expulsarlo, pintan una sonrisa en sus humildes rostros de ojos rasgados curtidos por el sol y el frío, abriéndole espacio para que camine junto con ellos en un recorrido que en segundos transporta al visitante a la remota y mística Lhasa del siglo 7.

A ambos lados del circuito de peregrinación hay vendedores ambulantes que ofertan comida, souvenirs, ruedas de oraciones, ropas tradicionales, cuchillos tibetanos, joyas, mandalas, antigüedades y un sinfín de artículos religiosos para abastecer a los peregrinos en el camino.

Esta kora es un festín de color y diversidad. Monjes en sotanas rojas, ancianos con joroba y bastón que van a paso lento y niños inquietos que escapan de sus madres entre la multitud; adultos y jóvenes, sanos o enfermos, todos siguen la procesión para acumular méritos espirituales y cumplir su promesa de visitar la ciudad sagrada.

Algunos tibetanos del campo vienen a la capital sólo con las ropas que traen puestas, un termo de agua caliente para aguantar el largo periplo, y unos cuantos yuanes que no utilizan para comer sino para dejar como ofrenda a las figuras sagradas de los templos.

Otros fieles exhiben sus mejores atuendos para la ocasión, mostrando coloridas chubas, el traje tradicional tibetano que consiste en una capa de manga larga hecha de piel de oveja.

Sus largos cabellos negro azabache exhiben elaborados peinados decorados con trenzas de colores, ornamentos hechos con turquesas y corales, y extravagantes gorros de piel de zorro dependiendo de la región de donde provengan.

Con piedras planas atadas en las palmas de las manos, algunos peregrinos prefieren realizar la procesión postrándose completamente en el suelo una y otra vez en medio de la muchedumbre, mientras recitan en voz alta sus oraciones.

"Algunos de ellos vienen de muy lejos", explica Nima, un tibetano de la ciudad. "Son gente muy religiosa y les puede tomar hasta seis meses llegar a Lhasa haciendo esas postraciones durante todo el camino, desde su casa hasta la capital. A veces lo hacen al costado de las carreteras y muchos mueren porque no paran el peregrinaje en la noche y los atropellan", agrega.

Pero si el devoto muere camino a la meca del budismo, alguien llevará algo suyo al templo sagrado de Jokhang para completar simbólicamente su peregrinaje.

Y es que para los tibetanos el budismo rige todos los aspectos de su vida en la tierra.

De allí la importancia de llegar a toda costa a la sacra ciudad, al menos una vez en la vida.

El templo prometido

El venerado kora de Barkhor culmina en la entrada del Jokhang, donde dos gigantescas sangkangs -u hornillas de incienso- arden constantemente para que los dioses protejan a este sagrado templo decorado con dos estatuas doradas de ciervos que sostienen una rueda.

El intenso olor a incienso y a velas de mantequilla de yak llevadas como ofrenda por los tibetanos impregna todo.

Algunos monjes entonan mantras, mientras los devotos colocan delgadas colchonetas o almohadillas y se arrodillan hasta extender todo su cuerpo en el suelo, postrándose hacia el santuario donde se encuentra el objeto más antiguo y preciado del Tíbet: una estatua de oro de Sakyamuni, un Buda traído hace más de mil 300 años por la princesa Wen Cheng, la esposa china del primer rey tibetano Songtsen Gampo, que estableció el budismo en Tíbet y mandó a construir el Templo en el siglo 7.

Además de fe, el templo ha inspirado varias leyendas. Se dice que fue construido donde antes existía un lago.

Uno de los más famosos mitos cuenta que el rey Songtsen Gampo lanzó un anillo y juró erigir un templo donde...

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