Para callar a Lezama Lima

AutorRafael Rojas

El crítico Hans Ulrich Gumbrecht ha escrito un libro sobre la creciente polarización de la cultura contemporánea entre una "producción de presencia" y una "producción de sentido". La presencia, de acuerdo con este estudioso de la literatura comparada, sería algo así como la realidad de las mercancías, cuerpos e imágenes que nos rodean. Mientras que el sentido vendría siendo el universo de nociones y conceptos que nos ayudan, casi siempre sin éxito, a orientarnos intelectualmente en medio de la concurrencia del ser. Aunque el campo de operaciones de esta teoría es la narrativa occidental contemporánea, sus dos conceptos básicos -presencia y sentido- son recreaciones, vía la Escuela de Frankfurt, de Descartes, Spinoza, Leibniz y el racionalismo clásico.

Cincuenta años antes que Gumbrecht, el poeta y filósofo Ramón Xirau escribió un librito titulado Sentido de la presencia, donde el mismo dilema se insinuaba de otra manera. Xirau, de la mano de Heidegger y Sartre, asociaba las connotaciones de presencia y sentido, más que al deslinde clásico entre sustancia y extensión, propuesto por los padres de la metafísica, a la relación entre ser y tiempo explorada, en la época de entreguerras, por los últimos hijos de la metafísica. Presencia era, entonces, para Xirau, la forma más actualizada y tangible de la temporalidad del ser. Sentido, en cambio, era el ser más acá y más allá de su inmediato presente: el ser en su devenir temporal. Entendidas así, ambas nociones borraban sus rígidos contornos y se ofrecían para una indagación del "sentido de la presencia".

En aquel ensayo generoso, escrito a sus 28 años, Xirau recorrió el futurismo de Marinetti, la pintura metafísica de Chirico y diversos pasajes de Newton, Hegel, Marx, Unamuno y Dostoievsky. Sin embargo, el polo de mayor atracción de su filosofía y su crítica era, desde entonces, la poesía, esto es, el arte de la escritura, donde, a su juicio, era más plenamente legible la "nulificación del presente", ese "misterio del tiempo", en que se "manifiestan los polos opuestos a que se dirige el alma humana una vez que ha parecido romperse la presencia". Las lecturas de Quevedo y Blake, de Rimbaud y Baudelaire, de San Juan y Sor Juana, de Salinas y March, que el joven Xirau había acumulado entre España y México, se hilvanaron con lucidez en aquellos ejercicios de filosofía y crítica.

La contraposición entre la crítica de Xirau y la de Gumbrecht tal vez nos persuada de la siguiente paradoja: cuando el...

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