Las otras caras de la juventud

AutorNatalia Vitela

Foto: Reforma / Jorge Sílva

Los adultos y sus instituciones han definido la etapa de la juventud como el periodo en que sólo son "estudiantes" o "hijos de familia", por ello, muchos jóvenes se ven obligados a crear sus propios espacios de expresión, como es el caso de los cholos, punks, góticos, darketos, graffiteros y skaters.

Incluso las universidades, que deberían ser centros propicios para la diversidad de manifestaciones, han limitado las expresiones de los jóvenes que van más allá del ámbito académico; sin embargo, éstos se las han ingeniado para construir sus propios espacios, explica Marcela Gómez Sollano, especialista en Culturas Juveniles.

A través de la historia, los jóvenes han engendrado sus propias variantes de cultura como medio para asumir una identidad frente a otros jóvenes y los adultos, explica la también investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Los jóvenes y el mundo adulto

Reivindicar las formas de pensar, ser, sentir y vivir de los jóvenes ante el mundo adulto provocan la conformación de estas expresiones, refiere Maritza Urteaga, coordinadora del Diplomado de Culturas Juveniles 2002 de la Universidad Autónoma Metropolitana.

"Los adultos han monopolizado el derecho de decidir sobre la vida de los jóvenes, quienes, desde esta perspectiva, se encuentran en una posición de subordinación y desventaja", dice.

Explica que para recuperar la decisión en torno a su vida y construir espacios de autonomía, en donde lo principal es externar sus propios sentimientos, deseos y proyectos, los jóvenes, generalmente, usan su cuerpo porque es el único territorio de su propio dominio.

"Se hacen tatuajes o piercings a pesar de que a sus padres no les guste, porque muchos papás consideran que el cuerpo de sus hijos les pertenece", subraya.

¡Hey pa', fuiste Pachuco!

Los Pachucos fueron los primeros en manifestar una identidad diferente a la que manejaban los cánones políticos y sociales en el México de la década de los 40, según lo registra el escritor José Agustín en su libro "La Contracultura en México".

La sociedad mexicana, relata, se escandalizó ante la presencia de estos jóvenes que vestían como los jazzistas negros: "holgados trajes resplandecientes, elegantes, de pantalones con pliegues en la cintura y valencianas estrechas como tubo; sus sacos eran largos, de amplias solapas cruzadas y grandes hombreras; usaban corbatas anchas como banda presidencial y bogartianos sombreros de fieltro".

A los Pachucos, narra, le siguieron los Existencialistas, los Beatniks, los Rebeldes sin Causa, los Jipitecas y los Chavos Banda, entre otros, hasta que en los 80 se constituyó uno de los espacios más significativos para las juventudes mexicanas: el Tianguis Cultural del Chopo, en la Ciudad de México.

El rock sí tiene la culpa

La música ha jugado un papel central en la conformación de las culturas juveniles porque es un espacio de reconocimiento con los iguales y, al mismo tiempo, marcador de identidades y diferenciador de expresiones y visiones del mundo, explica Rossana Reguillo, investigadora del Departamento de Estudios Socioculturales del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente.

El ritmo musical que más ha impulsado y cobijado la generación de culturas juveniles es la mezcla de blues, rockabilly, jazz, gospel, country y rhythm and blues, bautizada en 1951 por el disc jockey Alan Freed como rock and roll.

El rock and roll rebasó al sistema, brotó a través de numerosas y minúsculas "casas grabadoras" y se coló rápidamente en las estaciones de radio, pero también fue clasificado como "puro ruido" y se le relacionó con la delincuencia y el vicio, según describe José Agustín.

Derivados del rock son el heavy metal, el punk, el grunge, el pop y el ska, entre otros subgéneros que hoy cuentan con su propio séquito defieles.

De la satanización a la comercialización

Luego de haber sido calificados de delincuentes, drogadictos y todos sus derivados, las expresiones juveniles se fueron incorporando paulatinamente a los proyectos de los empresarios que veían en las manifestaciones libertarias de los jóvenes un nicho en el que se podrían generar jugosos negocios.

José Manuel Valenzuela, director de Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte, considera que fueron las industrias culturales quienes se encargaron de impulsar a las culturas juveniles para atrapar a este sector, ofreciéndole discos, ropa y cine que incluían propuestas planeadas para reproducir estereotipos.

Maritza Urteaga opina que, al adherirse los jóvenes a un grupo que les otorga cierta identidad, inmediatamente se inscriben en el ámbito del consumo.

La autora del libro "Por los Territorios del Rock. Identidades Juveniles y Rock Mexicano" añade que el consumo es un área vital en los jóvenes para relacionarse socialmente, aunque éste también constituye un elemento de diferenciación entre los que tienen acceso a ciertas mercancías y los que no, por eso no es gratuito que, actualmente, la mayoría de las empresas enfoquen sus campañas publicitarias hacia los sectores juveniles.

El ocio y las drogas

La forma en que los jóvenes establecen vínculos comunes, explica Marcela Gómez, también tiene que ver con aspectos como la situación económica, la clase social, el sexo, la edad, la escolaridad y el lugar de pertenencia o territorio.

Explica que las culturas juveniles se construyen en dos espacios: en el del ocio y en el de las actividades académicas y/o laborales; sin embargo, la mayor producción cultural se da en el tiempo libre que permite a los jóvenes estrechar sus lazos afectivos y de empatía con otros muchachos.

Es ahí también de donde surgen expresiones como los fanzines, revistas alternativas, graffitis, música, deportes, artes plásticas e incluso lenguajes propios.

El consumo de drogas también forma parte de estos espacios de ocio que dan a los jóvenes rienda suelta a la experimentación, dice Maritza Urteaga.

"Estamos en un mundo en donde la droga está en todas partes y la sociedad no ha encontrado mejor chivo expiatorio para cargar con las culpas de sus usos y abusos que los jóvenes", advierte.

Esto, dice, no significa que los jóvenes estén al margen de todo lo relacionado con las drogas, pues es en esa edad en que las inquietudes por experimentar sensaciones, sabores y placeres están en su máximo apogeo.

Para Marcela Gómez, el uso de sustancias puede estar relacionado con la construcción de la identidad, pues de no emplearse al interior de determinadas culturas juveniles, éstas no tendrían razón de ser, por lo que dejarían de existir.

"Ello no significa que sea condición necesaria en la constitución de todas las culturas juveniles", subraya, "quizá su consumo se relacione con la búsqueda de la fantasía, creación e imaginación, o simplemente con la ruptura del orden establecido".

Rogelio Araujo, profesor de asignatura del Departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana y autor del libro "Barrios Terapéuticos: Identidades Sociales y Cura Comunitaria", considera que, actualmente, el uso de drogas se...

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