Christopher Domínguez Michael / Ionesco, el figurante

AutorChristopher Domínguez Michael

Ya no pude ocuparme, con la debida extensión, en estas páginas y para festejar el centenario de su nacimiento, de Eugène Ionesco (1909-1994), el dramaturgo rumano de lengua francesa que cambió, en la escena, casi todo. Releo el tomo que tengo a la mano de su Diario (en realidad una mala traducción española de Présent passé, passé présent publicada nada menos que por Vintila Horia en 1969) y me encuentro con opiniones tempranas y contundentes sobre el reclutamiento, durante los años 30, de toda su generación, entregada a la Guardia de Hierro, la temible organización fascista rumana que sobrevivió de dos maneras tras la Segunda Guerra Mundial: infiltrándose en el triunfante régimen comunista o convirtiéndose en una suerte de sabia cofradía esotérica prestigiada por la influencia intelectual de dos de sus jóvenes clérigos, Mircea Eliade y E.M. Cioran. A diferencia de ellos (que acabaron por ser sus amigos, a la hora de la fama, en París) el antitotalitarismo fue la constante, de la izquierda a la derecha, en el itinerario de Ionesco, de los pocos (y de allí viene la imagen apocalíptica del rinoceronte, título también de su pieza mayor) que retrataron con absoluto rigor y relativa presciencia, la destrucción del individuo al realizarse los sueños de Hitler y de Lenin.

Ni ejemplar ni heroica fue la vida de Ionesco, quien asfixiado por el régimen antisemita del general Antonescu, aceptó representarlo como agregado cultural ante el gobierno de Vichy entre 1942-1944, la desesperada salida de la opresión que encontró el futuro dramaturgo. El episodio fue oscuro: la contrición de Ionesco, de origen judío, resultó en un largo compromiso liberal y libertario no exento de incidentes teatrales, como cuando el dramaturgo, electo a la Academia Francesa en 1970, temió que el recién electo gobierno de Mitterand lo deportase a la Rumania de Ceaucescu.

He sido un figurante, dice Ionesco en su Diario, hacia 1940: "Me ha tocado un papel muy malo. Quizá estaba hecho para ser espectador. En lugar de ser un espectador, me han hecho trabajar en la obra. Soy un partiquino, un figurante ínfimo. El figurante no puede ver la totalidad del espectáculo, ve algunas cuerdas, algunas partes posteriores de los decorados, al regidor que le tiraniza, su uniforme de viejo alabardero, un metro cuadrado de escenario. Soy uno de los innumerables figurantes. Alabardero. O uno de esos innumerables figurantes que hacen de presidiarios. No tengo más que una frase que decir".

El...

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