Ciencia Ficción: La Odisea Mexicana

AutorMiguel Angel Fernández

Si en 1983 Elías Trabulse anunciaba en la introducción a su monumental Historia de la ciencia en México en cinco volúmenes, que con su obra daría a conocer una historia secreta pocas veces contada que yacía en su mayor parte oculta y subterránea, una historia sobre el origen de la ciencia ficción en México debe ser, sin duda, más secreta y menos conocida aún que la científica, la hermana mayor en el edificio de la invención del hombre moderno, en donde vive también, oculta en recovecos de archivos y libreros, la mitología contemporánea, es decir, la ciencia ficción, la loca de la casa.

Su historia en México, contra lo que podría pensarse, no es reciente, sino que se remonta a las últimas décadas del dominio español en el País, pues, a pesar del control aduanal establecido en las colonias hispanas y portuguesas en América, especialmente a partir de la real cédula del 21 de septiembre de 1543, con miras a prohibir la entrada de "libros de romance, de materias profanas y fábulas", ya que semejante literatura era considerada una especie de veneno para regar las "plantas tiernas en la fe", como se consideraba a los nativos americanos, toda clase de libros prohibidos llegaron a América.

En el Siglo 18 o de la Ilustración, los libros científicos y filosóficos fueron los que mayores ganancias reportaron a los contrabandistas de la letra impresa, y los títulos de Newton, Descartes, Spinoza, Voltaire, Mercier y Fontenelle, a pesar de ser sospechosos y muchos de ellos expresamente prohibidos por la Inquisición, comenzaron a circular entre las élites intelectuales del Nuevo Mundo. El Santo Oficio, cuya función era más simbólica que represora a partir de 1700, debido especialmente al cambio de casa gobernante en España, rara vez confiscaba y con menor frecuencia castigaba a los propietarios de libros prohibidos. Por otra parte, entre los hombres de la Inquisición y de la Iglesia había no pocos lectores de esta literatura.

Fray Manuel Antonio de Rivas, un franciscano de la provincia de Yucatán, representaba cabalmente el perfil de los tiempos: librepensador, racionalista, lector de libros de ciencia y literatura prohibidos, crítico de supersticiones, de procesiones religiosas y del culto a las imágenes, y con poco temor divino. Este fraile escribió en 1777 una carta en la que afirmaba ser septuagenario, por lo que debió haber nacido entre 1707 y 1716. Se desconoce el lugar de su nacimiento y los detalles acerca de su juventud y, por propio testimonio, se sabe que llegó a la provincia de Yucatán en 1742. Desde entonces pasó de un convento a otro (Tekax, Motul, Mérida y otros más), llegando a ocupar cargos importantes en algunos de ellos. Su vida errante lo hizo conocer el grado de descomposición moral a que habían llegado sus hermanos de religión, ejemplos vivientes y consuetudinarios de la práctica de los siete pecados capitales, desde el provincial hasta el último fraile de convento.

Aplicando el refrán "en el país de los ciegos, el tuerto es rey", Rivas comenzó a repartir libelos por las calles para dar a conocer la vida irregular de los franciscanos yucatecos, pensando que así le sería fácil conseguir, al enterarse los superiores, el cargo de ministro provincial de su orden en Yucatán.

Sin embargo, los enemigos lo descubren y acusan por su vileza ante el tribunal del Santo Oficio de México. Entre mayo y junio de 1773, se le abre expediente, en periodo de instrucción, para que el tribunal determine si tiene competencia y son procedentes las acusaciones criminales que se le imputan al fraile Rivas. Mientras el acusado permanece arraigado, por orden de la Inquisición, en el convento de Mérida, redacta gran cantidad de cartas en su defensa para enviarlas al mismo tribunal e igualmente para que se castigue al padre provincial y a los demás franciscanos que lo secundan. Pero el Fraile Rivas, personaje sin duda de mente errabunda, asimismo se entretiene durante su encierro escribiendo disertaciones y relatos de varia índole, que sus enemigos estaban listos para arrebatarle con la esperanza de encontrar más pruebas en su contra.

El 9 de febrero de 1776, a casi tres años de la denuncia original contra el Fraile Rivas, el tribunal del Santo Oficio envía al convento de Mérida un auto o resolución en la que determina que el asunto no es de su competencia, pues se trata simplemente de una reprobable lucha por el poder, y los exhorta para que se conduzcan con caridad y amor fraternal, absteniéndose de continuar las mutuas denuncias.

Pero antes de que la Inquisición se pronunciara en este sentido, los enemigos de Rivas le habían arrebatado otro manuscrito, más extraño que todos los anteriores, que bien podría ser una perfecta prueba incriminatoria, por contener algunas proposiciones heréticas y otras ofensivas contra el provincial. En ese manuscrito se encontraba la primera muestra de la ciencia ficción mexicana.

Las Sizigias y Cuadraturas Lunares

Entre los escritos que realizó durante su arraigo en el convento de San Francisco de Mérida, el Fraile Rivas no solamente acusó al provincial y al resto de sus enemigos, como se ha dicho. Echando mano de su imaginación y lecturas, tomó su cálamo y escribió una denuncia mucho más elegante acerca de lo que sucedía en torno suyo: un cuento filosófico al estilo del Micromegas de Voltaire.

En un cuadernillo de tan sólo 17 páginas de 20.4 x 15.5 centímetros, el Padre Rivas escribió las "Sizigias y cuadraturas lunares ajustadas al meridiano de Mérida de Yucatán por un anctítona o habitador de la Luna, y dirigidas al bachiller Don Ambrosio de Echeverría, entonador de kyries funerales en la parroquia de Jesús de dicha ciudad, y al presente profesor de logarítmica en el pueblo de Mama de la península de Yucatán, para el año del Señor de 1775", como un por demás extravagante prefacio a su almanaque astronómico del mismo año.

Una sizigia es la conjunción (porque se encuentra en el mismo sentido) de algún planeta con el Sol. Una cuadratura tiene lugar cuando un astro se encuentra a 90 grados del Sol; por ejemplo, en el caso de la Luna, la primera cuadratura es el cuarto creciente. La logarítmica es la rama de las matemáticas que trata del estudio de los logaritmos; y don Ambrosio de Echeverría debió ser alguno de los sabios de Mérida con los que Rivas solía conversar, a quien se describe en el relato como "hombre de un juicio sólido, muy práctico en los primores de la música moderna y en el manejo del canon trigonométrico, de quien podréis informaros en cuanto deseáis saber". El cuento del Fraile Rivas comienza con una carta dirigida a un terrícola, quien se hace llamar el Atisbador de los movimientos lunares, en la que los anctítonas o habitantes de la Luna dan cuenta de la correspondencia que hace tiempo recibieron de un terrícola entonador de kyries de la parroquia del Jesús de Mérida, el cual tuvo a bien darles a conocer las sizigias y cuadraturas del satélite. Ante un congreso de sabios en el País de las Quimeras, se comprobó la exactitud de los datos enviados generosamente por el terrícola. Solamente consideraron ímprobo su intento al incluir las neomenías (primeros...

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