La Ciudad y el Crimen / Una sugerencia

AutorRafael Ruiz Harrell

Todo mundo pregunta qué respuesta eficaz e inmediata puede dársele a la exigencia ciudadana de mejorar la seguridad pública. Son tantos los que desean aprovechar la coyuntura que las propuestas ya empezaron a aflorar. Van desde la novedosa oferta de aumentar las penas para algunos delitos -según pretende Enrique Jackson-, hasta la petición de incrementos presupuestales -2 mil 500 millones de pesos más es lo que pide Marcelo Ebrard porque no le basta la cifra, cinco veces mayor, que tiene asignada este año.

La urgencia es, por desgracia, pésima consejera y lo que se hace a la carrera a menudo termina agravando el problema en lugar de resolverlo. Un ejemplo: ya hay senadores, como Diego Fernández de Cevallos, que sugieren discutir cuanto antes el proyecto de reforma penal que Vicente Fox presentó a fines de marzo, pero son tantos los defectos, incoherencias y tonterías que afean la iniciativa que antes de poder considerarla debe revisársela y corregírsela a fondo.

El problema es de tal magnitud que obviamente requiere de cambios mayores, mas si se quiere que funcionen es necesario primero discutirlos y consensuarlos. Todo esto requiere de un tiempo que no tenemos: la población exige que se haga algo ya, de inmediato. Para ganar un poco de tiempo me atrevo a sugerir que empecemos por un cambio mínimo, de naturaleza administrativa, que no exige reformas constitucionales ni de grandes ampliaciones presupuestales, pero tiene muy vastas consecuencias y es un paso inevitable para poder llevar adelante cualquier opción mayor.

Sugerencia

El problema empieza en el primer contacto que existe entre las autoridades y quien ha sido víctima de un crimen, o sea en el momento, de presentar la denuncia o la querella. Es ahí cuando el ciudadano se entera que a no ser por excepción no hay nadie dispuesto a escucharlo, atenderlo y ayudarlo. Sea por tardanza, desinterés, corrupción o prepotencia del agente del ministerio público, iniciar una averiguación previa es en todo semejante a una ordalía. No es extraño que dar aviso de un crimen exija de todo el día y regresar después en otros. Quienes logran hacerlo en una mañana o en una tarde celebran su buena fortuna.

La sugerencia es corregir cuanto antes este problema aligerando algunos trámites -como los médicos-, y sustituyendo al ministerio público por un pequeño grupo de muchachos y muchachas, entrenados para ser especialmente amables, que atiendan al público con rapidez y llenen, por supuesto en computadora, la...

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