Ciudad de la Nostalgia/ Resucitó la Condesa

AutorAlberto Barranco Chavarría

Impreso a fuego en el corazón de la pincelada en la plazoleta de Guardiola, el asombro saltaba de los pendientes de esmeraldas al albo y abombado vestido de mil pliegues de la emperatriz; del erguido penacho de los húsares austriacos a las grandes cruces del Aguila Mexicana y de Guadalupe, a más del Toisón de oro relucientes en el chaquetín de general mexicano del emperador; de la cascada de medallas al pecho del Mariscal Bazaine a la erguida figura cincelada en piedra del generalísimo José María Morelos y Pavón...

...y el discurso de Maximiliano: "Todos han trabajado con el mismo valor, con el mismo celo patriótico por el bienestar del país; todos tienen el mismo derecho a gozar los frutos de su cruenta tarea y de plantar así la igualdad, que es la sola y verdadera base una nación que se respeta".

Según algunos historiadores, la multitud aclamó al delirio el gesto del archiduque de honrar al ideólogo de la causa insurgente, luego de dar pauta, a la hora justa del "vamos-a-coger-gachupines" bajo el pendón Guadalupano del pueblo de Dolores, a las salvas de artillería, repiques y cohetones, al compás de todas las bandas militares de la ciudad...

Según otros, lo que atronó al viento fueron los mueras al emperador; a Carlota; a la guardia palatina; a los franceses; a los austriacos, a los chambelanes; al coronel Kodolich...

"El día de la ceremonia oficial -cuenta José María Iglesias en 'Las fiestas de la independencia y otras noticias sobre Benito Juárez'-, ocurrieron varios incidentes. La corte no concurrió al acto, sin embargo de haber sido citada con anterioridad, dejando casi solos a Maximiliano y a Carlota en la posición más desairada. La lluvia que fue abundante, acabó de desconcertar a los llamados emperadores, quienes tuvieron que acabar la función bajo el abrigo de un paraguas...".

Lo cierto es que la develación de la estatua de Morelos, donada a la ciudad por el gobierno del Estado de México, frente al convento de San Francisco, entonces desalojado para darle espacio al circo Chiarini y resguardada por los callejones de Santa Isabel y la Condesa, con su consiguiente panegírico al forjador de una independencia que destruía justo la llegada del austriaco, no sería la única extravagancia de éste...

Si alguna vez Maximiliano ordenó comer al compás de la canción "Los cangrejos" ("Cangrejos a compás,/ marcharemos para atrás/ zis, zis y zas,/ marchemos para atrás") que representaba un estigma para los conservadores, otra vitorió a pleno...

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