Comer como Dios manda

AutorDaniel Vázquez Sallés

Gran parte de las religiones están interrelacionadas y, en especial, las monoteístas, tienen una raíz común. Pero a diferencia del cristianismo, casi todas las religiones siguen al pie de la letra un código alimentario protocolario y ético basado en unas motivaciones religiosas. Alimentos puros o impuros, prohibidos o no prohibidos, los alimentos son ordenados en categorías según las leyes y las tradiciones religiosas. El hinduismo y el budismo prohíben comer carne porque supone el sacrificio de un ser vivo y se acogen al vegetarianismo como una manera de vivir. El judaísmo y el islamismo obligan a seguir un ritual estricto a la hora de sacrificar a los animales, y en su dieta, ambos prohíben el consumo de carne de cerdo, y en la segunda, también es censurado el alcohol.

En el caso del judaísmo, se justifica la no ingestión del puerco, la liebre o el conejo porque "tienen pezuñas no hendidas, por lo que no rumian", argumento de débil justificación ya que, siguiendo los mismos parámetros, muchos otros animales deberían entrar en el grupo de bestias prohibidas. Estas leyes a menudo esconden una razón lógica. La interpretación más aceptada de esta prohibición es que el cerdo era transmisor de la triquinosis, y sólo utilizando la palabra castigadora de Dios, era posible alejar a la población hambrienta de las rosadas y enfermas carnes del tocino.

El cristianismo, a través de la páginas del Nuevo Testamento y distanciándose del resto de religiones predominantes, determina que no existen carnes impuras, "todo es puro para los puros", nos dice el texto bíblico, e ingerir o no un alimento sólo acontece en fechas marcadas por los Sagradas Escrituras, a manera de penitencia, de autodominio o de dádiva a la figura de Cristo y Dios padre.

Alimentos prohibidos

El Antiguo Testamento repite la frase "un país con arroyos de leche y miel", una metáfora que muestra el ansia del pueblo hebreo por encontrar la Tierra Prometida. En la búsqueda, 12 hombres son mandados por Moisés al país de Canaán, y vuelven con las manos llenas de tesoros comestibles. "Ahora que Jehová, tu Dios, te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes, de manantiales que brotan en tierras y montes; tierra de trigo y cebada, y de vides e higueras, y granados; tierra de olivas, de aceite y de miel; comerás y te hartarás", palabras de la Biblia y un documento esencial para saber los nutrimentos que llevaron al pueblo hebreo a ocupar ese suelo tan rico y fértil.

La alimentación fundamental era el pan; ya Caín se dedicaba a cultivar los campos para preparar un pan que estaba hecho de trigo, avena o cebada, cereales que, una vez molidos, se mezclaban con agua y sal, y una vez hecha la masa, se colocaba sobre piedras a las que cubrían de ceniza caliente. Ya hemos dicho que si bien en el Antiguo Testamento Dios aboga por el consumo de vegetales dependiendo, claro, del ciclo agrícola estacional como queda reflejado en las fiestas religiosas de la Pascua, de las Cabañas o...

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