Conventos franciscanos en Yucatán: Por un acto de fe

AutorOscar Alvarez

No debió ser empresa fácil. Hasta maravilla el hecho -si nos ponemos a pensarlo un poco- que la conversión no se realizara a la inversa. Aquellos hombres sólo llegaron con su fe de una Europa que salía de las sombras del medievo, a una tierra luminosa, de naturaleza pródiga y clima tropical que debió parecerles el paraíso. Fue su primera misión cambiar la costumbre de conversar con la divinidad en la frescura de cristalinos cenotes o en adoratorios rodeados por los cantos de todas las aves de la selva, al rezo tras los lóbregos muros de iglesias austeras, y trocar las imágenes de ídolos imponentes hechos en piedra tallada, por un hombre crucificado y su compañía de santos mártires y vírgenes dolorosas.

Ya sea milagro o hazaña, consiguieron plenamente su propósito. Al menos si nos contentamos con una primera mirada al sincretismo cultural indígena cuya esencia es tan rica como compleja.

Pero además del celo en la instrucción religiosa, los frailes se preocuparon por enseñar al indígena las primeras letras y capacitarlos en algún oficio útil para la comunidad. Hoy, la mayoría de los pueblos de Yucatán -que fueron en tiempos pretéritos asentamientos mayas de importancia- se ordenan en torno a alguna iglesia, generalmente adosada a un convento, construida durante los Siglos 16 y 17 y vinculada a la labor evangelizadora de los franciscanos.

Como uno de los votos de esta orden es la pobreza, sus templos no se distinguen precisamente por el boato o el ornamento. Muros casi desnudos, toscos contrafuertes, fachadas que se coronan ocasionalmente con almenas guerreras o alguna rústica espadaña, naves únicas y torres sin pareja o inconclusas son el denominador común. Con todo, el arte no está ausente y junto con la historia nos acompañará como guía en esta excursión que constituye, por otra parte, la excusa perfecta para descubrir rincones secretos de Yucatán.

Un Camino de Cruces y Campanas

Aunque existen interesantes ejemplos de arquitectura religiosa diseminados por los cuatro puntos cardinales entre la sierra y el mar, la ruta oficial describe un óvalo al sur de Mérida hacia el Puuc y regresa más al oriente. Podría considerarse arbitraria, a pesar de reunir a los conventos de mayor interés, pero también es indiscutiblemente práctica. Con una parada que demorará entre el vistazo rápido de los 15 minutos a casi la hora en los hitos principales del recorrido, podemos salir en un automóvil de la capital del estado por la mañana y volver en la noche. La...

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