El estado de la democracia

El pasado día 1o. se llevó a cabo el seminario The State of Mexico's Democracy: Obstacles to Consolidation, organizado por Susan Stokes de la Universidad de Yale y John Ackerman del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Participaron especialistas y políticos, tales como Sergio Aguayo, Manuel Camacho, Denise Dresser, Héctor Fix-Fierro, Lorenzo Meyer, Esteban Moctezuma, Demetrio Sodi, Gustavo Vega y Leo Zuckermann.

Enfoque presenta el resumen de las ponencias presentadas por John Coatsworth, Jesús Orozco, Irma Eréndira Sandoval y John Ackerman. El conjunto de las versiones íntegras y el video del seminario son accesibles en http://www.yale.edu/macmillan/mexicosdemocracy/.

Democracia y contexto internacional

John H. Coatsworth

La naturaleza del régimen político no resulta únicamente de las acciones de las clases sociales, grupos de interés y partidos políticos que se disputen el poder dentro de un país, sino también emerge del contexto internacional que configura la estructura de oportunidades que enfrentan los actores nacionales.

Después de la Segunda Guerra Mundial, le convenía a los Estados Unidos que México tuviera un régimen estable y que no lo distrajera de la Guerra Fría. Los Estados Unidos apoyaron entonces la consolidación de un régimen autoritario así como una estrategia económica que brindara buenas oportunidades para la inversión extranjera. Después, la democracia llegó a ser el lema de la administración de Reagan en los ochenta en respuesta a las criticas que México lanzara a las intervenciones norteamericanas en Centroamérica. Finalmente, el propio Reagan volvió a apoyar al régimen priista después de las elecciones de 1988, cuando la izquierda mexicana, y no la derecha, como se esperaba, demostró ser la segunda fuerza política del país.

Actualmente, la postura de Estados Unidos es relativamente favorable hacia la democracia en el hemisferio. El final de la Guerra Fría no cambió la preferencia de los norteamericanos por gobiernos de centro o de derecha, pero su inclinación hacia la intervención para imponer sus preferencias en América Latina ha ido disminuyendo. En el caso de México, el TLC funciona como garantía de la orientación de la política económica. Los intercambios no gubernamentales también han tenido un impacto positivo; la colaboración y apoyo mutuo entre los organismos no gubernamentales, sindicatos y otros grupos de interés han nutrido la sociedad civil de ambos lados de la frontera.

Desafortunadamente, Estados Unidos no puede contribuir al mejoramiento del sistema electoral en México pues su propio sistema está aun más atrasado. El gobierno norteamericano tampoco podrá ser un aliado eficaz en la lucha contra la delincuencia hasta que decida reestructurar totalmente su régimen penal al despenalizar el consumo de drogas y prohibir las armas de fuego, dos políticas demasiado sensatas como para que se adopten en el corto plazo.

Los estadounidenses tampoco pueden ayudar mucho en el diseño de las políticas económicas y sociales adecuadas para consolidar la democracia. Desde hace 25 años la economía mexicana no ha crecido al ritmo necesario. Aunque México se ha beneficiado del TLC, especialmente con el acceso a los mercados de bienes y de capital norteamericanos, la simultánea globalización de la economía norteamericana ha expuesto a México a la competencia con otros países (por ejemplo China). El TLC no le ha dado a México la posición privilegiada que se esperaba.

La solución que el ex presidente Fox y Jorge Castañeda buscaron impulsar fue la creación de una relación especial basada en un acuerdo para normalizar el flujo de migrantes, así como el impulso del Plan Puebla-Panamá y el "TLC-plus" que se basarían en la inversión masiva de fondos públicos y privados de Estados Unidos en infraestructura en México. Esta solución no prosperó. El acuerdo migratorio fue rechazado por la administración Bush aun antes del ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001. Tampoco hubo gran acogida en Washington por el "NAFTA-plus," ni por el Plan Puebla-Panamá.

México todavía no ha encontrado otra solución estratégica para reemplazar a la que fracasó en 2001. Todavía existe la posibilidad de atraer mayores cantidades de capital norteamericano siempre y cuando la economía mexicana primero se dinamice desde adentro.

Reorientar la estrategia económica del país requerirá la modernización de los sectores relegados (como...

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