Denise Dresser / ¿Telepresidente apagado?

AutorDenise Dresser

El Telepresidente. El Copetudo. El Copete Electrónico. El Copetesaurio. He allí los apodos que le han puesto a un Presidente con el peor nivel de aceptación en veinte años. He allí los nombres con los que han bautizado a quien prometió "Mover a México" y lo hizo, pero en una mala dirección. El país ha pasado del delirio al desencanto. Del enamoramiento a la estulticia. Del saco que Enrique Peña Nieto presumía al saco que le quedó grande. Donde ya no se habla de "Mexican moment" sino de "Mexican murder". Donde el PRI sigue ganando pero con márgenes cada vez menores y percepciones cada vez peores. La segunda alternancia que se volvió la segunda gran decepción. La restauración política y la resistencia social ante sus implicaciones.

Porque el proyecto peñanietista constituyó sólo un proyecto de concentración del poder, mas no un proyecto de reconstrucción del Estado. Un proyecto ambicioso pero equivocado, construido sobre reformas pero no las suficientes, edificado sobre la corrupción y desbaratado por ella. No buscó y no busca hacer más grande el pastel, sino repartirlo entre los suyos. No buscó ni busca la competencia real, sino la competencia administrada que apuntala al capitalismo oligárquico. No buscó ni busca combatir la impunidad, sino aprovecharla. El sexenio modernizador convertido en el sexenio restaurador, retratado en el libro de Jenaro Villamil, La caída del telepresidente. De la imposición de las reformas a la indignación social. El gran montaje metamorfizado en la gran crisis. Una que el resultado de la elección intermedia intenta tapar, pero que la población padece.

El PRI gana pero no convence. Con 11 reformas estructurales que no acaban de despegar. 11 reformas estructurales celebradas a la hora de su aprobación y diluidas o saboteadas a la hora de su instrumentación. 11 reformas perdidas por una Presidencia que no ha demostrado la capacidad probada para gobernar. El Pacto por México -tan celebrado, tan alabado- no fue en realidad un pacto político producto del consenso, sino una hábil cooptación presidencial de las burocracias dirigentes en los dos principales partidos de oposición. Los Chuchos y los maderistas compartiendo el mismo objetivo: un arreglo para afianzar el control de sus aparatos partidistas. El incentivo no era reformar sino sobrevivir.

Y los partidos de oposición aceptaron casi todo, palomearon casi todo, respaldaron casi todo...

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