Desafían vértigo del puenting

AutorIsrael Martínez

Como un reto a la adrenalina y al desafío de la altura, en un puente vehicular de Bosques de las Lomas, de 35 metros de altura, cada fin de semana se reunen jóvenes escaladores para lanzarse al vacío atados con una cuerda de rapel y un arnés.

Es el deporte conocido como puenting, en el cual los integrantes del Fondo de Escalada Súper Pobre organizan saltos en caída libre en la Plaza de los Duraznos, en medio de edificios habitacionales y oficinas en construcción.

Catalogado dentro de los llamados deportes extremos, el puenting llegó a México hace unos 20 años, y hasta 1999 los saltadores lo hacían de manera clandestina en puentes como el de la autopista Chamapa-Lechería, a la altura de la presa Madín, en Atizapán.

Hoy, los jóvenes cuentan con permiso de la Delegación Miguel Hidalgo y diversas asociaciones deportivas.

En el puente ubicado en los límites del DF y Huixquilucan, algunos saltadores aseguran que a pesar de que el cuerpo tiembla y la boca se seca por el miedo de colocarse en el borde del puente, es una experiencia que vale la pena cuando se tiene oportunidad de volar aunque sea unos segundos.

Miguel Angel Toriz, de 30 años y escalador en roca desde hace cuatro, las variantes sensitivas que ofrece el puenting son tan amplias como las formas en que se puede apreciar la vida misma.

"Empecé a saltar hace seis meses y simplemente lo que sientes es la velocidad y una sensación que dura muy poco", dijo Toriz.

La caída libre es de unos 15 metros, posteriormente las dos cuerdas atadas al puente provocan que el saltador se columpie y que su cuerpo quede tendido a unos 20 metros del suelo.

Jimena Jiménez, de 20 años, señaló que los pocos segundos que dura el salto y la sensación de columpiarse generan una intensa emoción difícil de expresar.

"Me aviento desde julio de este año y la primera vez me dio mucho miedo porque hacerlo voluntariamente va contra tu instinto de supervivencia, el vértigo fue tan grande que me tragué el grito; siempre sientes miedo y la adrenalina en verdad es intensa", afirmó Jiménez.

Jonathan Solano, de 30 años, miembro del club de escaladores en roca conocido como Fondo de Escalada Súper Pobre (FESP), explicó que intentan acercar a hombres y mujeres de todas las edades a esta disciplina.

"Todo tiene un fin, no sólo deseamos que disfruten una emocionante aventura, cobramos cada salto en cien pesos para recaudar fondos y armar más rutas en puntos interesantes donde se pueda escalar, además podríamos adquirir equipo y...

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