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Un día con un dumbphone

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Vincent
AutorJosé Luis Adriano

No todos los teléfonos son inteligentes. El 2015 terminó con más de 3 mil 600 millones de suscriptores de redes 2G, cifra que equivale a una cantidad similar de teléfonos móviles básicos, según datos de Ericsson, también conocidos como feature phones, dumbphones o, de cariño, "cacahuatitos".

Con esto en mente, guardé mi smartphone en un cajón para pasar la jornada con un Alcatel OneTouch 1050A, que cuesta 350 pesos en Amazon, tiene una pantalla de 1.8 pulgadas, batería de 400mAh y, por supuesto, nada de WiFi ni sistemas operativos inteligentes.

Sobreviví, pero tuve que ingeniármelas para sustituir aquellos servicios a los que ya estaba acostumbrado. El teléfono tiene una ranura para una tarjeta micro SD, por lo que resucité mi biblioteca de música personal para escucharla en el camino. También hay radio disponible, útil para entretenerse en el metro, pero que no utilicé demasiado.

La experiencia fue como volver al 2008 con mi primer celular, en una época en la que me bastaba con enviar y recibir mensajes, llamar por teléfono y jugar cartas o snake. Pero, en 2016, decir adiós a las aplicaciones móviles, a la cámara en buena resolución y a Whatsapp fue todo un reto, sobre todo para un reportero que incluso realiza la mayoría de su trabajo desde el smartphone.

Para comunicarme rápidamente, lo más seguro eran las llamadas. También envié mensajes SMS, confiables y sin requerir internet, pero desesperantes por el tiempo que tomaba escribir cualquier palabra en un teclado de nueve teclas, algo que estaba muy bien para mi pasado adolescente, pero poco práctico para mis necesidades actuales.

El teléfono tiene una cámara de 2MP que captura fotos en tamaño 480x640, mismas que al trasladar la computadora tenían la resolución de una acuarela: nada que me diera orgullo compartir en Facebook. Me recordó a mis primeras selfis en preparatoria, aunque para ser justos, en esa época tuve que desembolsar mil 500 pesos por...

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