Diego Valadés / Estado laico

AutorDiego Valadés

Difícil ha sido la relación entre el Estado mexicano y la Iglesia católica. Hace 90 años Pío XI emitió la encíclica Iniquis afflictisque (inicuas y aflictivas) en la que aludió a la Constitución de 1917 como "inicua ley"; en 1932 expidió otra más, Acerba animi (acerba angustia), donde calificaba a nuestra Constitución de "detestable", exaltaba la "egregia conducta del clero" y convocaba a ofrecer resistencia a "las leyes inicuas" de México. Pío XI fue también quien consagró la santidad de Roberto Belarmino, el inquisidor de Giordano Bruno y de Galileo.

La tensión venía de muy atrás. Al plantear la educación laica en el Constituyente de Querétaro, Francisco J. Múgica denunciaba que "esa política malvada que se debate allá en el exterior en contra nuestra provocando la intervención, viene del clero". Por su parte, al oponerse al texto del artículo 3o., Luis Manuel Rojas, coautor del proyecto de Venustiano Carranza, amenazaba con que "el jacobinismo extemporáneo e inoportuno que pueda surgir en esta asamblea nos puede llevar también a una nueva contienda armada". La polarización estaba a la vista y las consecuencias de tirantez política y de enfrentamiento bélico son bien conocidas. El siglo XIX no fue diferente.

Empero, hay que distinguir entre clericales y católicos. La penosa construcción del Estado laico en México no resultó de una lucha contra los católicos, sino de un enfrentamiento entre católicos. Aún hoy los agnósticos y ateos somos una minoría; en el siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX eran todavía más escasos. Quienes abolieron la religión de Estado en 1857, quienes libraron la guerra de Reforma, quienes formularon la norma suprema de 1917 y quienes lucharon contra los cristeros, en su mayoría fueron católicos. La explicación es simple: según el censo de 1895 al finalizar el siglo el 99.09% de la población era católica, y el de 1921 mostró que el 97.2% profesaba esa religión. Es evidente que las Constituciones de 57 y 17, la guerra de Tres Años y el conflicto cristero no fueron decisiones y acciones protagonizadas por el .9 ni por el 2.8% de los mexicanos.

El mayor número de anticlericales en México lo forman los católicos mismos, no los escasos ateos, que en el Constituyente de 1857 se reducían a uno, Ignacio Ramírez, o que en 1917 es probable que no llegaran a la docena. Este factor debe tenerse en cuenta para advertir y reconocer que el principal núcleo de liberales mexicanos ha estado compuesto por...

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