DISCULPE LAS MOLESTIAS... / Radiografía de una marcha

AutorJulio Trujillo

¿Para qué sirve una marcha? ¿Sirve? Sin detenerme a pensarlo demasiado, yo siempre he creído que son esencialmente inútiles y me ha sorprendido la perseverancia de los individuos por disolverse en una multitud.

Porque, primero, me parece que su esencia se basa en el anonimato de sus participantes: no son o no suelen ser nombres con apellidos, sino sencillamente manifestantes, masa. Por supuesto que muchas marchas son encabezadas por alguien, como la que recientemente protagonizó Cuauhtémoc Cárdenas contra la propuesta de reforma energética, pero su verdadero músculo lo definieron las cinco o seis mil personas sin nombre que caminaban detrás de él. De acuerdo: desaparece el individuo y aparece el manifestante, un alma que se suma a otras miles a corear consignas y desplazarse de aquí a allá. Pero, ¿de qué sirve?

No imagino a los legisladores viendo las noticias en la tele o en el periódico y tomando la decisión de cancelar o modificar sus iniciativas, porque la presión de la gente reunida en el Monumento a la Revolución los hizo recapacitar. No va por ahí. Y los manifestantes lo saben.

Las marchas sirven para manifestarnos en voz alta y que los tomadores de decisiones sean conscientes de la disidencia, de que no hay pase automático para sus propuestas. ¿En qué otro momento puede un ciudadano salir a gritar consignas contra el gobierno? Si lo hace una sola persona, será una curiosidad; si lo hacen diez mil, será la expresión de un hasta aquí. ¿Inútil? Sí, en el sentido de que las marchas no cambian o detienen una ley, y no, en el sentido de que demuestran una alta temperatura social.

El ingrediente más importante de las actuales marchas, manifestaciones o plantones es, por supuesto, el de la interferencia con la vida urbana que las rodea. Mi derecho a circular no debería verse afectado por su derecho a manifestarse, pero una manifestación lo suficientemente ordenada como para que no afecte la circulación ni ejerza presión sobre las...

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