'Estoy dispuesto a morir'

AutorTatiana Clouthier

"¡Que Dios te bendiga y no te deje caer en el pecado de todos los que llegan a tener poder! ¡Te lo ruego! ¡Mucho ojo con eso! ¡No lo olvides!.. Como verás, le temo más al triunfo que a la derrota y es por eso: por el cambio que hay en los que alcanzan el poder". Éstas fueron las últimas palabras que mi abuela alcanzó a escribirle a su hijo, mi padre, el 9 de mayo de 1988, casi 17 meses antes de que aquel camión lo alcanzara en la carretera entre Mazatlán y Culiacán y lo dejara sin vida.

Ante el hecho se cumplió la profecía de que cada sexenio mexicano tiene la necesidad de sus desaparecidos, aquellos que le estorban al presidente en turno, y que hasta mueren de formas similares. ¡Qué suerte tuvo el gobierno! Se quitó una piedra del camino y adoquinó otros para seguir gobernando sin problemas.

Sin embargo, de cualquier forma, lo que parecía una derrota ante el fraude electoral convirtió las palabras de la madre en hechos que hicieron que el hombre se preservara como era, por ello se instaló en la mente de muchos mexicanos como alguien respetado y admirado, y no con el odio, coraje o desilusión al ver las promesas incumplidas de muchos, que al llegar al poder olvidan la razón de su puesto: servir.

Estoy segura de que Manuel ya sabía que la Parca quería llevárselo pronto e hizo un pacto con ella: "Déjame ver al primer gobernador emanado del PAN y realizar mi sueño de vida, regresar a la escuela y disfrutar unas noches con los míos". La Flaca cumplió y Maquío pudo partir en un viaje al sur de Francia a estudiar francés con varios de sus hijos y su esposa. Estando allá, recibió casi con igual alegría que el nacimiento de su primera nieta, Amaya Ducrú, la noticia del resultado electoral de Baja California, en el que Ernesto Ruffo Appel había logrado impregnar al estado de la llamada "ruffomanía" y los resultados estaban ahí: la historia cambiaba y el esfuerzo de muchos años rendía frutos con el primer gobernador de oposición en México.

Mi padre llegó tarde a ese viaje, dos semanas después de lo acordado, pero no desaprovechó ni un minuto para poner a mi madre al tanto de detalles personales, de negocios y de sus archivos. Una noche -la más elocuente diría yo- fue aquella en la que, mientras cenábamos al aire libre en Amboise, nos dijo: "Mis hijos, tienen que prepararse porque su abuelo ya está viejo y se puede morir. Pero también se muere la gente que termina una misión y la mía terminó, así que ya estoy listo y ustedes deben prepararse".

Volteamos a vernos y le dijimos que los cuates todavía estaban chicos, ante lo cual sólo contestó: "Para ésos están ustedes". Después únicamente le dijimos a mi mamá: "Que te lo cumpla", en son de que era una locura lo que salía de la boca de mi padre; pero él ya sabía hacia dónde se encaminaba.

No pasaron 40 días cuando la conversación de aquella noche se hizo realidad al sonar el teléfono de casa, temprano por la mañana, y al contestar Lorena, mi hermana, una de las más pequeñas, escucha la voz del licenciado Silvino Silva que pregunta por mi padre... Y más tarde sólo llama para confirmar la noticia. Las imprudencias tampoco se hicieron esperar y Lorena era entrevistada acerca de lo que pensaba de la muerte de su padre.

Maquío entendió a don Juan al reconocer que la muerte siempre está a nuestro lado para ayudarnos a resolver ante la duda. Manuel lo entendió muy bien, ya que "vivía con la prisa de quien vive su último día y con la alegría de quien vive su primero".

Sus actos y acciones eran los de un hombre que llevaba prisa: prisa en el trabajo al abrir empresas y crear fuentes de trabajo; prisa en la familia al procrear muchos hijos, 11, y muy seguidos; de prisa e incluso demasiado rápido en la vida política: "Lo cierto es que Clouthier hizo en el PAN lo que muchos no han hecho en décadas"; y prisa en morir. Siempre nos dijo que él quería morir joven y como no hubo promesa que no nos cumpliera, hasta ésa la cumplió y se fue a sus 55 años, aunque aparentaba muchos más por su pelo y barba blancos y, sobre todo, por su obesidad.

Qué muerte lo acompañó en su niñez no lo sé, pero sí entendí que haber vivido las noticias de la Segunda Guerra Mundial lo llevaron a comprender que la muerte llega cuando se nace y en cualquier momento la vida se nos acaba, sin respetar edad, sexo o condición económica. Esas noticias de las invasiones y bombazos debieron haberle hecho ver la muerte como algo real y posible.

Ya más adulto, al vivir ante la amenaza constante de invasiones de tierras y al ver cómo algunos agricultores murieron en el...

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