Enrique Krauze / Salmo para González de Alba

AutorEnrique Krauze

Hace dos semanas recibí un correo de Luis González de Alba reclamándome un elogio a José María Morelos: "de haber sido por el curita, ni tú ni yo estaríamos aquí". Se refería al punto sobre la intolerancia de cultos en "Los Sentimientos de la Nación", que para él abarcaba otros ámbitos de la vida. Celebré su crítica porque me permitía retomar la conversación con Luis, una de las personas más rectas, lúcidas y valientes que he conocido. Tomé el teléfono y decidí proponerle la realización de un documental sobre el 68. "Nos falta mucho por saber, aclarar, difundir. Mándame datos de todos los líderes que viven. Los entrevistaremos. Y a ti, antes que nadie". Pareció tomar la idea con entusiasmo. "Nos veremos en la FIL de Guadalajara para planearlo todo", le dije. "No estaré", me contestó sin más. Nunca pensé que se refería a su muerte.

Me mandó dos correos con datos puntuales, anécdotas significativas y precisiones que necesitaba asentar. Adjuntó trece fotografías en Lecumberri: las crujías, las rejas, los compañeros en el patio. Luis aparece con su gran bigote, descamisado a veces, siempre pensativo y serio. Una me conmovió sobre todas: despatarrado sobre su catre, como un mariachi solitario, Luis posa junto a su guitarra silenciosa, desamparada.

La fuerza moral de Luis tenía ese origen. De la inolvidable experiencia de libertad que fue el 68, del crimen de Tlatelolco (que vivió en carne propia) y del sacrificio de todos aquellos líderes nuestros que pagaron su hazaña con la cárcel, el exilio, la frustración, el desvarío y la muerte, extraía Luis su indignación para enfrentar el alud de mentiras y mitos acumulados a lo largo de casi medio siglo sobre el sentido histórico de aquel movimiento y sus ilegítimos herederos. En su correo, por ejemplo, aludió por nombre (y dos apellidos) al encumbrado político que, habiendo sido "rapsoda" de Díaz Ordaz en 1969, pudo maquillar su biografía gracias a la democracia. Todos los antiguos priistas ocupados ahora -como decía Alejandro Rossi- en "rehacer su virginidad de izquierda" le provocaban tanta repulsión como las invenciones, simplificaciones y distorsiones de las "almas bellas" que, enamoradas de su propia y autoproclamada pureza moral, no vivieron ni entendieron pero sí explotaron, literariamente, el 68.

Como su vida, su carta iba y venía del 68 al presente: "¿Leíste ese horror? Cuando estaban quemando a los normalistas los sicarios bromeaban entre sí. 'A que no te comes un pedazo', retó uno. Y el...

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