Entrevista / Enrique Krauze / Una Travesía que viene de vuelta

AutorSilvia Cherem S.

En febrero de 1977, Enrique Krauze "se sacó la lotería". Por sugerencia de Gabriel Zaid y Alejandro Rossi, Octavio Paz le ofreció ser secretario de redacción de la revista Vuelta. "Es una pequeña barca", le dijo Rossi a Krauze y -según confirma este último 25 años después-, ésta le permitió iniciar la travesía. Travesía liberal, autobiografía de su vida intelectual, compila la historia de sus interrogantes en los últimos cinco lustros en los que la humanidad transitó del "fin de la historia", como se creía que sucedería con la caída del Muro de Berlín, a la "historia sin fin" del siglo 21, cuando los fanatismos cimbraron sin previo aviso a Occidente.

Krauze, quien ha usado variadas "casacas": editor, historiador, biógrafo, crítico cultural y ensayista político, reúne en este libro trabajos que ya ha publicado, así como nuevos ensayos, producto de su necesidad de sedimentación y balance. Con ello, dice él, cierra una etapa y concluye, desde el punto de vista editorial, la colección de obra reunida en Tusquets.

"Antes de comenzar una época enfocada a escribir biografías de índole más personal y una historia intelectual de América Latina, deseaba recoger lo que estaba disperso para ver con claridad los distintos puertos a los que fui en los últimos 25 años: personas, ideas, nudos históricos, zonas problemáticas del mundo. Con estos textos, que ordené cronológica y autobiográficamente, dejo constancia de mi vida y de la historia que me tocó vivir".

Travesía liberal incluye entrevistas, crónicas y ensayos que le han permitido contextualizar la realidad mexicana: decadencia del marxismo, las desventuras de la democracia liberal, los demonios del antisemitismo, los riesgos de los fundamentalismos y el balance de las acciones de Estados Unidos en América Latina y el mundo.

"Es el libro de un preguntón al que unos señores sabios -entre ellos, Isaiah Berlin, Leszek Kolakowski, Hugh Thomas, Bernard Lewis, Yehuda Amihai y Paul M. Kennedy-, le contestan suscitando más y más interrogantes. Ahora que han muerto, y que yo, el preguntón, me acerco a la edad de ser abuelo, como eran ellos, tengo más preguntas que cuando empecé. Uno conoce para conocer más, y aunque esto es una tristeza y una esperanza, la travesía nunca termina".

De ideologías y 'abuelos' liberales

Cuando entrevistaste a Paz en 1984, le pediste que el encuentro fuera una historia paralela: la personal y la de las ideas. Te propongo lo mismo. Comencemos por la dedicatoria a tu padre y a Luis González, tu timonel.

En el libro incluyo figuras cruciales en mi vida, ninguna más importante que mi padre. Vive, fue un empresario y me enseñó a trabajar. Y mi maestro Luis González me enseñó la historia de México, todo lo que yo he escrito tiene su huella y hasta su mirada.

- En esa búsqueda de "abuelos", comienzas por el tuyo: Don Saúl, un idealista que en su Polonia natal, escondía a Tolstoi debajo de los libros de rezo; el que sufrió persecución y cárcel por sus ideas socialistas; el que se torturaba queriendo comprender por qué un millón de niños murieron asesinados por el nazismo...

Era un magnífico lector y me heredó su biblioteca. Un sastre modesto y discreto que conversó conmigo, desde que yo era niño, de los temas del siglo que él vivió. Fue mi bautizo en la conversación sobre ideas e ideologías. Cuando él faltó, busqué con quien continuarla. Este libro es eso, la conversación con otros "abuelos" intelectuales. Ya estoy en edad de tener hijos y nietos simbólicos y Travesía liberal es una invitación para enriquecer y hacer más animada la conversación cultural. Pienso, como Gabriel Zaid, que la cultura es conversación.

- Mencionas como tu primer "abuelo" a Daniel Cosío Villegas, a quien tu generación solía desdeñar como "liberal de museo".

Mi generación consideraba que quien no era de izquierda, era un reaccionario; una estupidez. Cosío Villegas no era un socialista, era un liberal. Sin embargo, tampoco era un hombre de derecha. Sus palabras y sus textos en torno a la libertad individual, me transformaron.

Cosío Villegas no estaba a favor del gran poder de la Iglesia, ni de los capitales monopólicos, ni del desmantelamiento del Estado. Creía en el individuo y en menor medida en la democracia. Sostenía que había una alternativa pendiente para México -la del diseño democrático y republicano del México del siglo 21-, y que distaba de ser la opción reaccionaria y conservadora de derecha, o la socialista, comunista o indigenista. Para mí no era ni anacrónico ni de museo, sino absolutamente vigente.

Atacó el poder del PRI, quiso limitar el poder presidencial y criticó el carácter corporativo del Estado. En ese despertar liberal mío, Cosío Villegas fue crucial. También, en ese mismo sentido, Octavio Paz.

- ¿Cuál fue tu participación en el movimiento de 1968?

Era estudiante de tercer año de ingeniería y fui muy entusiasta en el movimiento. Hago una narración secretamente autobiográfica de esto en La presidencia imperial. Era yo más rebelde que revolucionario. Sigo creyendo que fue de gran salud ponerle límites al PRI y a Díaz Ordaz. No por casualidad, Cosío Villegas a sus 70 años veía al movimiento con simpatía, aunque mantenía su postura crítica frente a los estudiantes, muchos dogmáticos y autoritarios. Después de Tlatelolco, escribió que esa herida era la muerte del sistema, que iba a quedar indeleble en la historia. Tuvo razón. En aquellos años, Paz protestaba renunciando como embajador en la India.

- Pero tu generación guardó distancia con Paz, criticó Posdata.

Ahí me empecé a separar, porque optaron por la opción más doctrinaria de izquierda. Aun con Cuba, despertaron muy tarde a la evidencia de que el...

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