Entrevista / Alejandro Encinas / 'Pensamos en la Ciudad del siglo XXI'

AutorMiguel de la Vega

Foto Roberto Antillón

Empezó su carrera en la semiclandestinidad del Partido Comunista y hoy es el responsable de conducir tres meses de debates para confeccionar la primera Constitución de la Ciudad de México. Poner de acuerdo a todas las fuerzas políticas, dice, no es una carta a Santa Claus, más bien requiere de mucho oficio político.

¿Le gustan las cosas difíciles? ¿Por eso aceptó este encargo?

Ha sido una aspiración política personal por la que hemos trabajado muchos años. La primera iniciativa que yo suscribí para crear el estado 32, el de Anáhuac, fue en 1986. La presentó Arnoldo Martínez Verdugo, que era el coordinador del PSUM. Pero también la planteamos desde que luchamos por el registro legal del Partido Comunista, en 1979. Además, es una experiencia inédita.

¿No llega tarde a la idea de una Constitución?

Este debate viene desde el Constituyente de 1824, sobre si podían convivir dos poderes en el mismo territorio. Finalmente la realidad se impuso.

¿No le es suficiente a la capital el actual sistema?

Hay que reconocer que hubo avances desde la creación de la Asamblea de Representantes, luego vino la elección de jefe de Gobierno en 1997 y la de jefes delegacionales, en 2000, pero muy pronto se agotó esa forma de gobierno. Se van a transformar no solamente las formas de gobierno y el ejercicio de los asuntos públicos en la Ciudad, sino en el país.

¿Cuál es el súper poder de Alejandro Encinas para poner de acuerdo a morenos, priistas, perredistas...?

No hay ningún súper poder: hay que hacer mucho trabajo y mucho oficio político.

¿Eso no es una carta a Santa Claus? ¿Cómo se logra?

Con voluntad política. Para que la Constitución salga adelante se requiere una gran voluntad política porque, además de la cuestión del tiempo, tenemos dos problemas a vencer. Uno es el hecho de que se tienen que construir mayorías calificadas de dos terceras partes de los integrantes de la Asamblea, no de los presentes.

¿Eso qué significa?

Que cada uno de los artículos tendrá que aprobarse, por lo menos, con 67 votos. Y ningún partido por sí mismo, ni coaligado con otro, los alcanza. Eso va a implicar una gran discusión de transversalidad, de identificación de causas comunes y de construcción de acuerdos. El reto es construir la voluntad política.

Y en caso de que algún grupo no tenga esa voluntad y boicotee los trabajos, ¿lo denunciará?

Se va a hacer público, no creo que haya denuncias. Así como no se alcanza la mayoría calificada por ningún partido, el derecho de veto requiere por lo menos 34 votos. Tiene que haber una coalición de grupos parlamentarios y eso se hará evidente.

¿Cuál es el riesgo si no sale la Constitución?

Sería un fracaso político de todos, y daría cuenta de la incapacidad de las fuerzas políticas para ponerse de acuerdo en un asunto que debe ser de interés público y ciudadano.

¿Qué perdería la Ciudad?

Perdería la oportunidad de contar con un instrumento que la llevara a innovar formas de gestión de gobierno.

¿Es optimista en cuanto a los tiempos y la calidad del trabajo que se va a hacer?

Si no fuera optimista, no hubiera aceptado esta responsabilidad.

Algunos expertos han criticado que se establecen muchos derechos, pero no se fijan obligaciones a los ciudadanos.

Hay obligaciones de los ciudadanos para que cumplan y para que se cumplan los derechos de los demás. Esto no es La Biblia, este es un documento perfectible que sufrirá modificaciones en su técnica, su estructura jurídica, su técnica legislativa... ¿Es un proyecto heterodoxo? Sí. ¿Va contra la lógica de los juristas y constitucionalistas tradicionales? Sí, porque es un proyecto de Constitución del siglo XXI. ¡No estamos anclados en el pasado!

¿Qué proyecto tiene en...

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