Entrevista / De la legalidad a la violencia

AutorAuxilio Alcantar

La toma del espacio público por parte de los ciudadanos para exigir acciones del poder, expresar descontento o hacer valer sus derechos es una práctica común alrededor del mundo, pero algunas veces se sale de control. Los franceses Gilles Lipovetsky, Michel Onfray y Michel Maffesoli, y el español Vicente Verdú analizan este fenómeno global, sus aspectos positivos y negativos, así como las razones de la violencia.

Gilles Lipovetsky

Derecho a la oposición

El derecho a la oposición corresponde a uno de los grandes principios de la democracia, pero éste no significa el derecho a la subversión, expresa Gilles Lipovetsky.

"Las manifestaciones en las ciudades tienen como fin llamar la atención, hacerse escuchar, hacer presión para modificar leyes o costumbres", señala el pensador francés. "Protestar, manifestarse es una cosa; destruir, agredir a la gente, cometer actos de violencia o de vandalismo, es otra".

Lipovetsky asegura que es necesario analizar el fenómeno, pero eso no quiere decir justificarlo.

"En los últimos años y en diversos países vemos formas de manifestación que terminan en fuego, vitrinas rotas o saqueos. En una democracia digna de este nombre ese tipo de cosas no son justificables".

¿Cómo puede explicar este fenómeno?

Es complejo decirlo. Hace dos años, Francia vivió enfrentamientos en los barrios desfavorecidos de la periferia parisina, que duraron casi un mes. Los jóvenes quemaban coches, atacaban a la policía, destruían. Una forma de revuelta un poco salvaje. Eso se explica por el desempleo, el sentimiento de ser explotado, de no ser respetado y, sobre todo, el de no tener confianza en una fuerza política, un partido que ofrezca alternativas. La violencia se desencadenó de manera brutal y sin verdaderas perspectivas. Pienso que esa es la novedad de la nueva violencia social, no está dirigida, el fin no es buscar otro tipo de sociedad.

En mayo de 1968 hubo también confrontación con la policía, pero era otro tipo de protesta, ¿no?

En mayo del 68 era diferente porque había un imaginario, una mitología de la revolución. El sueño de salir del capitalismo y buscar una vida diferente. Había una utopía, se quería mejorar este mundo o construir otro diferente, que no fuera burocrático ni capitalista. Las formas de violencia que vemos hoy no tienen nada que ver con lo otro, no hay sueño que acompañe la protesta, no hay mitología, ni modelos alternativos.

Las agitadas manifestaciones de mayo del 68 fueron realizadas por los estudiantes mientras que las últimas en Francia fueron encabezadas por jóvenes que no tienen trabajo, en barrios desheredados donde no hay perspectivas de futuro, y donde esos jóvenes se sienten despreciados por la policía. En mayo del 68 era una revuelta con conciencia política. En esta última sólo había rencor, una rabia que no se acompañaba de ningún programa, de ningún ideal, en todo caso colectivo.

¿Cuáles son los límites de la protesta?

Manifestarse no es el problema, el problema viene cuando se pasa a la destrucción. En noviembre del 2005, por ejemplo, hubo 21 días de disturbios. Diez mil vehículos incendiados, 56 policías heridos. El costo de los daños fue de 200 millones de euros.

La protesta se convierte en vandalismo cuando se rompen vitrinas, se destruyen comercios, se agrade a la gente, se queman autos y todo eso para nada. A veces esas protestas radicales tienen un carácter lúdico; en cierto sector de la juventud, el grupo se divierte atacando a la policía, hay placer en romper, quemar, sembrar caos, desorden. Las expresiones de esos jóvenes hallan satisfacción, más allá del odio contra la policía, en el vandalismo.

Romper cosas y atacar a las fuerzas del orden significa vengarse, mostrarse como alguien fuerte dentro de su pequeño mundo. Eso da un cierto reconocimiento a individuos que no tienen otro medio de obtenerlo. También está la dimensión de imitación, entre los barrios se trata de saber cuál es el más fuerte. Hay una suerte de emulación de vandalismo mimético.

¿Y del vandalismo puede pasarse a la barbarie?, ¿usted calificaría estos actos de barbarie?

En los ejemplos que acabamos de citar yo no hablaría de barbarie, sino de protestas violentas, salvajes y hasta de vandalismo. La barbarie para mí implica una relación con las personas.

Pero se incendió un autobús con pasajeros adentro. Una mujer resultó quemada en un 70 por ciento, y el chofer manejó con el autobús en llamas para alejarlo y evitar una catástrofe mayor.

En ese caso sí, pero afortunadamente fue excepcional. La diferencia radica en que el vandalismo se ejerce contra las cosas y la barbarie, contra las personas. Hay también otras formas de barbarie en nuestra sociedad: La violación de mujeres por un grupo, violaciones filmadas y transmitidas luego por Internet, niños que torturan a otros infantes. La barbarie está también en Estados Unidos con los adolescentes que acribillan a sus compañeros.

La barbarie es el efecto de individuos que no integraron los valores de la época, y por ello la violencia sube a esos extremos. Pero no puede hablarse de barbarie en las manifestaciones contra las leyes o la policía.

¿Cree que después de esas protestas violentas pueda volverse a manifestaciones más calmadas, pacifistas?

No lo creo. Pienso que habrá cada vez más manifestaciones violentas y en su mayoría realizadas por jóvenes. Antes había manifestaciones de la fuerza obrera, los que protestaban eran adultos, era una revuelta de clases. Ahora son revueltas de minorías, de etnias, de color, de barrios.

Usted conoce México, ¿qué piensa de ese país en relación al tema?

Creo que las dos sociedades son muy diferentes, yo conozco México, pero no bien, y no soy experto en lo que pasa allí. Por otra...

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