Entrevista / Ricardo Anaya / 'Hoy hay un Congreso fuerte'

AutorErnesto Núñez

¿Puede un hecho fortuito, como esquivar una cáscara de plátano en una accidentada asamblea partidista, catapultar a un político hasta la presidencia de uno de los Poderes de la Unión? La historia de Ricardo Anaya demuestra que sí.

Ocurrió el 10 de agosto, en la Arena Ciudad de México, al final de la 17 Asamblea Nacional del PAN, en la que Gustavo Madero logró que se aprobara su proyecto de reforma de estatutos.

Anaya, joven panista queretano, ayudó a Madero a conducir la sesión. Aguantó estoico los gritos de decenas de militantes inconformes con el procedimiento fast track empleado para aprobar la reforma. Sentado a la derecha de Madero, vio a militantes furiosos tirar las vallas de seguridad y abrirse paso a empujones y patadas para acercarse al presidium. A su alrededor cayeron pedazos de cartón, vasos desechables de café, manzanas... y una cáscara de plátano que él esquivó y fue a dar al traje del michoacano Marko Cortés, a la izquierda de Madero. Anaya no se inmutó ante la ira de los inconformes, y en unos cuantos minutos tramitó una reforma que se antojaba imposible en medio del zafarrancho.

Eso lo puso en los afectos del dirigente nacional panista, cuya opinión fue determinante para que dos semanas después fuera electo por el grupo parlamentario para ocupar la presidencia de San Lázaro.

Con sólo una diputación local en su currículum, dejó en el camino al también panista José González Morfín, con 25 años más de edad, 9 años consecutivos como legislador y tres legislaturas ocupando cargos en las mesas directivas del Congreso.

La última vez que hubo un presidente menor a 40 años en San Lázaro ocurrió en 1998, cuando Jorge Emilio González, el Niño Verde, presidió la LVII Legislatura con sólo 26 años de edad.

Delgado, con gafas y con evidentes ganas de apartarse de la imagen de un presidente imberbe, Anaya conduce las sesiones rodeado de asistentes. Siempre trae tarjetas en las manos. Algunas con sus propios apuntes; otras redactadas por asesores que incluso le aconsejan qué declararle a la prensa antes de que comience la sesión.

Acepta la entrevista sin muchos rodeos, aunque pide que antes de iniciar se le explique de qué se va a tratar. Hace una consulta en su teléfono, traza algunas líneas en cuatro tarjetas y se declara listo. Antes de responder cada pregunta se toma entre 5 y 10 segundos para pensar. Habla pausado, como si no tuviera prisa. Pero la tiene.

¿Es el presidente más joven que ha tenido la Cámara de Diputados?

No lo sé...

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