Entrevista / Guillermo Santamarina / Confesiones de un curador

AutorJesús Pacheco

FOTOS: CARLOS FIGUEROA

En la biografía del curador Guillermo Santamarina (DF, 1957), suele leerse con frecuencia que, desde principios de los años 80, ha dispuesto las cosas tanto para que suceda la experimentación artística visual como para que tenga una cierta divulgación.

Ahí, en esa breve descripción casi oculta entre su labor artística y sus múltiples cargos como asesor, funcionario o gestor, se encuentra bocetada su concepción de lo que para él debe ser un curador: un facilitador. En entrevista para R, subrayó una y otra vez esa característica como el rasgo indiscutible que, desde su perspectiva, debía tener cualquiera que se nombrara curador, no solamente en la constitución física de la exposición, que incluya una argumentación adecuada a las ideas y al origen del mismo artista, sino también al vincular distintas obras cuando se trata de exposiciones colectivas. Y el papel de un curador es también el de un facilitador cuando se trata de exposiciones de revisión, de concurso o bienales.

A ese rol suma también una categoría más, la de un tejedor cuyos hilos son las líneas de pensamiento, que permiten su unidad y entrecruzamiento con otras. ¿Con qué objetivo? "Ampliar la complejidad de las propuestas desde el arte que sí habla, que sí articula, desde las artes visuales que sí son lenguaje, que son cultura, que son una suma de conceptos, de ideas, que forman una red cultural y lingüística".

PLATAFORMAS DE DISCUSIÓN

Al hablar sobre su experiencia con curadores, Abraham Cruzvillegas ha contado cómo atestiguó la aparición de esa figura en su formación como artista. Le tocó contemplar desde arbitrariedades extrañas donde de pronto alguien se autonombraba "curador" hasta la configuración de personajes emblemáticos. Entre ellos, cita a Guillermo Santamarina.

"Era un punk, un personaje excéntrico, intelectual, músico", decía Cruzvillegas, "y entendí que el trabajo con él era generar plataformas de discusión, en las que no necesariamente debíamos estar de acuerdo, y eso es una virtud".

Esa excentricidad no tarda en asomarse cuando conversamos con Santamarina sobre su labor curatorial, como cuando alude a su primera experiencia. Fue en la preparatoria y la exposición buscaba eludir las clases: "Estábamos muy aburridos y organizamos en cada uno de los salones una exposición con lo que tuvieran enfrente. Los maestros estuvieron encantados de no entrar. Pero, al final, cuando teníamos la exposición, alguien decidió tomar un aliento provocador neto y...

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