Escalera al cielo / Como si fuera un dios vivo

AutorChristopher Domínguez Michael

Ambos se convirtieron en éxitos estruendosos y perdurables, vendiendo millones de ejemplares por décadas y creando una industria académica capaz de emplear a cientos de personas en todos los continentes y en varias lenguas. Uno y otro, de haberlo querido, habrían sido hasta presidentes de sus países (los aliados tuvieron a Mann entre sus candidatos para presidir la Alemania posthitleriana). Es conocida la influencia que el autor de Cien años de soledad (1967) llegó a tener sobre la política colombiana hasta que decidió mantener su refugio en México (país al que llegó en 1961, donde nacieron sus hijos y donde murió, a las 87 años, el jueves), de igual manera que Mann abandonó el exilio en California para estar a la vez cerca y lejos de Alemania, en la neutralísima Suiza.

El autor de Los Buddenbrook, La montaña mágica y Doktor Faustus murió en Zürich en 1955, tras haber ganado muchos años antes, como García Márquez, el Nobel de Literatura. Uno en 1929 y otro en 1982. A ninguno de los dos el premio le afectó mayor cosa en cuanto a estilo y potencia: ambos, me parece, se repusieron de la muerte por éxito (García Márquez dixit) y escribieron todavía libros esenciales. A mí me lo parece El otoño del patriarca (1975), que me lleva, por ser ésta la novela de la eternidad de un déspota, directamente, a aquello en que no se parecieron el alemán y el colombiano. Habiendo sido, durante la Gran Guerra de 1914-1918, un conservador hipernacionalista, Mann, impresionado por el nazismo que lo tuvo entre sus peores enemigos, se convirtió con los años en un hombre de izquierda, un socialdemócrata.

García Márquez, que como reportero y cronista recorrió con ánimo iconoclasta los antiguos países socialistas, no resistió al embrujo de Fidel Castro y murió asociado a uno de los más longevos tiranos de la historia. En los 80, el colombiano llegó a jactarse de poseer las llaves del presidio castrista y de haber obtenido la venia del dictador cubano para indultar, de vez en cuando, a algún preso político. A diferencia de la del poeta Rubén Darío, un tanto inconsecuente, la tiranofilia de García Márquez no se debió a la debilidad de carácter, al alcoholismo o a la pobreza, sino que fue una elección, pública y política, tomada en la cúspide de la fama y en la madurez intelectual.

A García Márquez se le recordará, con justicia, junto a Cervantes, Darío y Borges, como uno de los más formidables hacedores del idioma español. Nunca me ha decepcionado releerlo y no sólo por...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR