Esplendor de azúcar

AutorAlejandro Zenteno

Memoria de un pasado glorioso pero a la vez terrible, como ruinas de una civilización azotada por los cataclismos, los cascos de las antiguas haciendas azucareras de Morelos permanecen con sus moles enormes de piedra y argamasa desafiando al tiempo.

Alrededor de 40 ingenios gozaron de esplendor durante la segunda mitad del Siglo 19 y principios del 20 convirtiendo al estado en una potencia económica, sin embargo este esplendor se vino abajo cuando la Revolución se encargó de destruir las viejas estructuras del Porfirismo.

La hacienda azucarera se inició desde el primer siglo de la Colonia. Herederos de la Encomienda, los hacendados aglutinaron poder, capital, mano de obra y una gran extensión de tierras, sin embargo, el desarrollo máximo se inició a partir de 1880 con los procesos de modernización: el vapor reemplazó a las caídas de agua y permitió triturar mayores cantidades de caña, los procesadores de efecto múltiple a su vez permitieron tener mayor control sobre el calor y asegurar un mejor resultado en el proceso de cristalización de las meladuras, además de que las recientes líneas de ferrocarril incrementaron sustancialmente el mercado con la Ciudad de México.

Morelos era entonces un paraíso para la agricultura. Los bosques de la Sierra de Chichinautzin y los situados en las laderas septentrionales del Popocatépetl tenían una densidad de árboles bastante mayor a la de ahora y la cantidad de manantiales y el volumen de agua superaban en creces a los actuales. La mayoría de las haciendas fueron construidas junto a los nacimientos y se canalizó el agua con un sistema de apancles para irrigar sus sembradíos.

Con el tiempo tal concentración de riqueza provocó los conflictos sociales que la historia señala y el movimiento agrarista más fuerte en todo el país: el Zapatismo.

Cada hacienda se convirtió en escenario de batalla, muchos dueños emigraron hacia otros países por temor a ser ajusticiados, se perdieron las propiedades y muchas quedaron y siguen abandonadas hasta la fecha. Algunas fueron rematadas o adquiridas por concesiones políticas y sus nuevos propietarios las reconstruyeron en parte y ahora son balnearios, hoteles o mansiones particulares. Otras fueron absorbidas por el crecimiento de las ciudades y los pueblos, o transformadas en viviendas afectando sensiblemente su arquitectura original.

Visitar los cascos, destruidos o remozados, de más de 30 ex haciendas no es fácil, ni puede hacerse en unos cuantos días. Tan sólo el enorme...

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