Farid Kahhat / Los dilemas de Toledo

AutorFarid Kahhat

De otro lado, las actuales reservas internacionales del Perú podrían cubrir más de un año de importaciones (en contraste, por ejemplo, con los 3 meses que podrían cubrir las reservas mexicanas), y la tasa de inflación fluctuará este año entre un 2 y un 3 por ciento (a diferencia, por ejemplo, de la tasa del 16 por ciento que existe en Brasil).

Pero mientras algunos indicadores económicos parecen dar margen para un optimismo moderado, dentro de la ciudadanía corren apuestas sobre las perspectivas de supervivencia política del Gobierno de Toledo (cuya gestión cuenta con la aprobación de un 11 por ciento del electorado). Tal situación resulta aún más paradójica cuando se constata que la inestabilidad política no se explica por las diferencias que puedan existir dentro del gabinete ministerial, o entre el Ejecutivo y el Legislativo, o entre el Gobierno central y los Gobiernos regionales, o entre el partido de Gobierno y las fuerzas de oposición. Se trata más bien de un proceso inducido por las constantes huelgas y movilizaciones llevadas a cabo por gremios laborales o de pequeños agricultores, que demandan cosas tan prosaicas como aumentos de salarios o precios de refugio para sus productos. En otras palabras, la crisis política tiene en lo esencial un origen económico, en un país en el que, sin embargo, la economía parece funcionar con relativa eficacia.

Pero claro, todo depende del tipo de indicadores económicos a los que uno prefiera apelar. Al igual que en el resto de América Latina, en el Perú el crecimiento económico durante la década de los 90 tuvo una incidencia relativamente menor sobre los niveles de empleo y pobreza. Ello se explica en parte por el hecho de que, tal como ocurre hoy en día, buena parte de ese crecimiento se debió a inversiones intensivas en capital con escasos eslabonamientos con el resto de la economía (V.g., la minería de exportación). Esa a su vez es una de las razones por las cuales el Perú comparte con el resto de América Latina la condición de ser la región con la distribución más desigual del ingreso en el mundo.

Contra lo que se suele creer, el primer autor que puso de relieve los efectos nocivos de la desigualdad económica sobre la presunción de igualdad jurídica entre los ciudadanos de un Estado liberal no fue Karl Marx, sino John Stuart Mill. El tema reviste interés porque entre los indicadores económicos probablemente la distribución del ingreso sea el de mayor correlación con la violencia política. Según...

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