Federico Reyes Heroles/ 1373

AutorFederico Reyes Heroles

A partir del sábado pasado esta cifra de inmediato nos referirá a un nuevo objetivo global: la erradicación del terrorismo. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas emitió una resolución unánime sobre el tema. La discusión, a diferencia de otras, caminó rápido y sin demasiados tropiezos. La decisión obliga a todos los Estados miembros a combatir con medidas económicas, políticas y diplomáticas el flagelo. Habrá, sin embargo, quien descalifique la resolución por ser un "tapete rojo" a las posibles acciones de persecución y militares de Estados Unidos. Comienza así el debate. Aquí la confusión cala. Son demasiadas las emociones encontradas. ¿Rechazar? ¿Apoyar? ¿Qué apoyar? Por principio todos o casi, somos pacifistas. Es lo deseable desde los ojos de la ética. La violencia, la guerra son contrarias a un humanismo esencial. La vía violenta es el regreso a la barbarie. Como definiciones personales y conceptuales están muy bien. Nuestras conciencias pueden seguir durmiendo tranquilas. El problema es que la coerción es parte de la historia de la humanidad. Es un capítulo incómodo, pero insalvable. Está en todos los niveles de la convivencia humana, debe de estar. No hay sociedad sin mecanismos de coerción. Es utopía, no existe tal lugar. Coerción es la que se aplica contra un individuo que quebranta los básicos: roba, viola, mata, etcétera. Coerción organizada es la que impulsa la creación de policías y ejércitos. Coerción es lo que está detrás de los Cascos Azules de Naciones Unidas.

¿Qué hemos logrado con el paso de los siglos? Mucho, lo primero relegar el uso de la violencia organizada al mínimo posible. Agotar todas las instancias previas es hoy obligado y no graciosa concesión. La violencia organizada se reserva en monopolio interno a los Estados nación, a los gobiernos establecidos, legítimos. En una segunda instancia está la novedosa modalidad de las intervenciones de fuerzas internacionales (Cascos Azules) o multinacionales, como en el caso de la ex Yugoeslavia. La decisión interventora tiene que justificar plenamente los motivos en que se funda: humanitarios en el caso de genocidios o de restablecimiento de garantías básicas del ser humano. Una consideración mayor es quién califica y cómo el carácter legítimo de los gobiernos establecidos. En esto la criba democrática lentamente se va imponiendo.

La segunda gran conquista de la humanidad para administrar lo más racionalmente posible el uso de la violencia es la invención del proceso...

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