Federico Reyes Heroles/ El Gran Burundún

AutorFederico Reyes Heroles

Las esquelas han inundado los diarios. Decenas de empresas, numerosas familias, hileras de amigos han hecho presencia lanzando frases de dolor. Querían que supiéramos de su respeto, de su cariño, de su agradecimiento. Lo convirtieron, era inevitable, en un hecho público. ¿Cómo explicarlo si se trató de un personaje tan controvertido? Maquiavelo decía que dura más la esperanza que el agradecimiento. Debemos suponer entonces que muchos más, que hoy callan, debieron rendir tributo. Aun así partiendo de la mezquindad ante su féretro desfilaron ex presidentes, gobernadores, grandes empresarios, representantes de la Iglesia. No sólo estuvo ahí la vieja guardia, también las nuevas generaciones fueron a dejar testimonio de su presencia. La prensa misma, siempre voraz, ha hecho de su muerte un platillo de muchos días. ¿Por qué?

Si un juicio lapidario fuera fácil y evidente, el asunto sería bastante aburrido: fue un individuo que se enriqueció enormemente en el servicio público, punto, fin de la historia. Pero de ésos por desgracia ha habido muchísimos y ninguno da para una historia así. El personaje es mucho más complejo. Su fórmula de acumulación y enriquecimiento fue de alguna manera tolerada por muchos, fue así una expresión social. Ni siquiera era necesario violentar las normas porque éstas no concebían tales actividades como ilícitos. Delincuente es quien infringe la ley, todo lo demás son juicios morales válidos sólo en ese ámbito. Hoy el contratismo, el uso de información privilegiada o montarse sobre el gasto público son ya faltas y delitos, están tipificados. No era así hace cuatro décadas o cinco. Peor aún, la obra pública sirvió abiertamente a la formación de muchos de los patrimonios que andan circulando. Los salarios de los funcionarios eran parte de los acuerdos secretos y muchas veces eran bajos porque se sabía de otro tipo de remuneraciones. Los regalos a los servidores públicos eran socialmente aceptados, muy pocos los criticaban. No había, no hay todavía, servicio civil de carrera. El político pobre es un pobre político suena hoy a barbarie, pero no hace mucho, para muchos, era una expresión de un sentido de supervivencia. Quién caía en desgracia sexenal sería perseguido desde arriba sin misericordia. En México pelearse con el señor Presidente suponía que todas las puertas se cerraban. Estamos así ante un superviviente que fundó parte de su mérito político en poder cruzar las tempestades. Esta generación se asumía a sí misma como...

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