Entrevista/ Fernando Savater: Los privilegios de la alegría

AutorCarlos Alfieri

Ni su pública pasión por las carreras de caballos ni el profesar "como dogma" la sencillez y como método la risa" contribuyen a hacerlo tolerable para la asepsia académica, incompatible con la irreverente glotonería reflexiva con que Savater se lanza, incansable, sobre los platos más dispares, desde Nietzsche, Schopenhauer, la ética como amor propio o el terrorismo de ETA hasta Flash Gordon, Tin tin, El hombre que mató a Liberty Valance, King Kong o Parque jurásico, novela de Michael Crichton y correspondiente película de Steven Spielberg, de las que trazó una provocadora defensa, por ejemplo.

La intersección, lo impuro, el mestizaje temático son los ámbitos por lo que se desplaza con su exuberante elocuencia este nihilista risueño, capaz de morigerar el pesimismo radical de Cioran con el humor disparatado de Groucho Marx. No resulta un blanco fácil para sus enemigos, puesto que adopta complacido los argumentos de quienes le niegan su status de filósofo: así, gusta de manifestarse como periodista, aficionado a la filosofía o, a lo sumo, profesor de esta asignatura. Heterodoxias aparte, Fernando Savater, nacido en San Sebastián en 1947, es uno de los actores principales de la filosofía española de nuestros días. Doctor en filosofía, catedrático en la Universidad Complutense de Madrid, tras haberlo sido durante muchos años en la Universidad del País Vasco, codirector de la revista de pensamiento Claves de razón práctica, colaborador permanente en medios periodísticos, ha escrito una cincuentena de libros -La tarea del héroe, Panfleto contra el todo, Invitación a la ética, La infancia recuperada, Criaturas del aire, Humanismo impenitente son algunos de ellos, incluidas obras narrativas y teatrales. Y no para.

Está viviendo un periodo de celebraciones: Décimo aniversario y aparición del número 100 de la revista Claves de razón práctica, que dirige con Javier Pradera, y décimo aniversario de la escritura de su libro Etica para Amador, que constituyó un éxito infrecuente, ¿cuántos ejemplares se han vendido?

Ha salido en 26 lenguas, en 30 países, y calculo que, en total, ya se ha sobrepasado la venta de un millón de ejemplares.

Es un caso insólito para un libro de esta naturaleza, ¿a qué atribuye su enorme difusión?

Evidentemente, no existía otra cosa semejante. Creo que es un intento de hacer una filosofía que pueda ser leída por adolescentes sin perder la forma de ensayo: pienso que ésta es la peculiaridad del libro, a diferencia, por ejemplo, de El mundo de Sofía u otros de ese orden, que introducen una historia , un cuento, etcétera. Lo que yo quería es que así como existen narraciones para adolescentes, cine para adolescentes, música para adolescentes, existiera también un ensayo filosófico para adolescentes, capaz de ser disfrutado por éstos sin necesidad de un preceptor, como si se tratara de una novela de Stephen King.

¿Cuántos años tiene ahora Amador, su hijo, al que está dedicado este libro?, ¿cree que aprovechó para su vida las reflexiones contenidas en él?

Tiene 25 años. Pienso que es una persona bastante más sensata y más ética que yo, y no por virtud mía sino por su propia virtud. Quizá los malos ejemplos que le he dado le han servido para hacer lo contrario en la vida. Siempre hemos tenido una relación irónica, y tampoco el libro pretendía ser una propedéutica o un catecismo para él: lo de Etica para Amador es un truco literario; lo tomé un poco irónicamente a él porque era el adolescente que tenía más a mano.

Usted es un filósofo best-seller, lo que genera el desprecio -y la envidia- de algunos de sus colegas, quienes consideran que su popularidad se debe a que trivializa la filosofía, ¿es posible pensar con rigor y alcanzar la popularidad?, ¿podrían Hegel o Husserl haber logrado una venta masiva de sus obras?

En primer lugar, creo que una cosa es escribir de forma sencilla y otra muy distinta es hacerlo de forma trivial. Me parece que dentro de la filosofía moderna hay autores, que no mencionaré por aquello del respeto a los colegas, que son muy complejos y, sin embargo, resultan triviales. O sea, la idea de que la complejidad exculpa de la trivialidad es falsa. En cambio, hay libros sencillos que no son triviales en absoluto y que incluso han gozado de un gran éxito: por ejemplo, Los principios de la filosofía, de Bertrand Russell, obra de acceso a la filosofía de inobjetable...

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