Frontera Invisible / Moral y poder en la guerra

AutorSergio Muñoz Bata

Las declaraciones del padre de Ben durante el funeral en un pequeño poblado de Oregon me sorprendieron.

Dijo que su hijo se fue a pelear a Iraq convencido de que era una guerra espiritual y nunca cuestionó su llamado porque siempre creyó que el Presidente, otro cristiano devoto, sabía lo hacía y entendía las razones para la guerra "con un conocimiento más profundo de lo que nosotros, la gente común podemos tener, porque nosotros no tenemos la información que el Presidente tiene".

Después de oír el conmovedor relato me pregunté si la fe de la familia Isenberg en el buen juicio del Presidente Bush habría cambiado después de oír los últimos reportes de las agencias de inteligencia norteamericanas y británicas desacreditando las razones del Presidente para invadir a Iraq.

Al mismo tiempo, no pude evitar afiliar el predicamento de los Isenberg al discurso moralista de Bush. Asociado a los sectores más religiosos y conservadores, el Presidente ha asumido su papel de cruzado en las guerras culturales que dividen al país. Se opone a respetar el derecho de las mujeres a decidir qué hacer con su cuerpo y con su vida cuando sufren un embarazo no deseado porque dice defender la vida humana.

Restringe los fondos federales a la investigación de células madre que se realiza con embriones humanos congelados. Se vale de la Biblia para descalificar la homosexualidad y promover una enmienda a la constitución que prohibiría el matrimonio entre parejas de adultos homosexuales.

Cuestionar la sinceridad de las convicciones de Bush no sería ético. Sí puedo, sin embargo, señalar aquellos actos u omisiones que contradicen su compasión.

Cosas sencillas como por ejemplo ¿Cómo puede Bush justificar irse a la guerra contra un país que nunca atacó a Estados Unidos? ¿Cómo es posible que su administración se empeñe en ocultar el número de civiles muertos durante la invasión y posterior ocupación de Iraq?

El año pasado, cuando se le preguntó al General Tommy Franks sobre el número de muertos iraquíes su respuesta fue "no llevamos cuenta de los cuerpos." Al hundirlos en el anonimato lo que Franks hace es reafirmar la creencia de que las vidas del enemigo no cuentan.

A pesar del silencio oficial estadounidense las cifras de los muertos ya empiezan a hacerse del dominio público. En febrero, por ejemplo, Jack Straw, el secretario del exterior británico estimó que habría unos 10 mil...

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