DESDE LA FRONTERA NORTE / Hablar con verdad ante el mundo

AutorJorge A. Bustamante

El número de mexicanos que piden asilo en Estados Unidos ha seguido aumentando. De 13,800 en 2012, a 36,000 en 2013, al finalizar ese último año fiscal del país vecino. Cada solicitud de asilo incluye información sobre hechos de violencia en los que se justifica la petición de asilo. Esos hechos indican la incapacidad del gobierno de México para ofrecer protección a sus ciudadanos, además del grado hasta el cual imperan condiciones de "estado fallido" en gran parte del territorio nacional. Nada de lo que atestiguan esas solicitudes de asilo corresponde a lo que describió el presidente de la República la semana pasada en su mensaje al cuerpo diplomático de nuestro país. Esos miles de mexicanos con derechos para ser protegidos por las autoridades de su país y vivir en paz y sin violencia, derivado de una obligación básica del Estado mexicano, están huyendo del país aduciendo que su vida o la de su familia corre peligro si se quedan donde viven en México. Agrava la situación de esos solicitantes de asilo, el hecho de que apenas al 1 por ciento de ellos, de nacionalidad mexicana, les fue aprobada su solicitud y concedido el asilo en el país vecino en 2012. No es difícil imaginar la angustia del 99 por ciento restante, integrado por quienes tuvieron la esperanza de verse a salvo en Estados Unidos para solo regresar frustrados a su país para continuar una vida en peligro. Cierto que la solicitud de asilo con frecuencia es encontrada fraudulenta por los jueces que las resuelven en el país vecino, pero igualmente cierto es que ese no es el caso del 99 por ciento de las solicitudes que son rechazadas. No cabe duda que el número de solicitudes de asilo y su tendencia creciente representan dimensiones de vergüenza para el gobierno y para todos los mexicanos, así como también son reflejo de condiciones de un muy limitado respeto a los derechos humanos que impera en el país. Para mí, esos números se agregan a otros, como el de secuestros, discriminación de mujeres e indígenas, pobreza extrema, inflación, calidad del medio ambiente, desempleo etcétera, que hablan de una brecha creciente entre el país del que habla el presidente de la República y la realidad a la que se refieren esos números de los que dan cuenta el INEGI, la CNDH, el Banco de México...

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