Gabriel Zaid / Saber hacer

AutorGabriel Zaid

La inteligencia de las manos está desatendida en los planes educativos. Quizá porque su desarrollo requiere instalaciones que van más allá del pizarrón. Quizá por el prestigio de la inteligencia numérica y verbal. Quizá por la tradición (poco inteligente) que desprecia el trabajo manual. En el cerebro, las distintas formas de inteligencia están conectadas, y una buena educación debería cultivarlas todas.

Antes de que se inventara el pizarrón, ya no digamos la imprenta, la única tecnología disponible para la trasmisión de contenidos era la exposición oral, que los alumnos retenían de memoria o tomando apuntes. En la Edad Media fue común el dictado, para fijar la exposición que el maestro llevaba escrita y leía (de ahí la palabra lecciones, es decir: lecturas).

El pizarrón ayudó a fijar ante los ojos lo que es difícil de seguir por el oído únicamente: la ortografía, los cálculos y los puntos esenciales (como ahora se hace con PowerPoint). La imprenta multiplicó la capacidad de fijación y trasmisión. Pero estos y otros avances (las cartulinas ilustradas, las diapositivas y ahora las computadoras) aumentaron la capacidad de trasmitir conocimientos más que habilidades. Descuidaron el ejercicio activo de la inteligencia.

Es increíble la cantidad de personas escolarizadas que no saben consultar un diccionario, una enciclopedia, un mapa, un directorio telefónico, un calendario, las advertencias para el uso de un fármaco o el instructivo de un aparato. Menos aún, comprender el contrato que van a firmar, escuchar atentamente, contar exactamente lo que sucedió, levantar un acta o hacer el resumen de un libro. Ya no se diga debatir inteligentemente (educación fundamental que daban las escuelas medievales) o buscar en Google.

Pero, además, a todo ser humano le conviene saber andar con buena postura, cantar entonadamente, bailar con ritmo, andar en bicicleta, nadar, freír un huevo, pegar un botón, cambiar el empaque de una llave de agua o los fusibles de un interruptor, usar un serrucho o un martillo, pintar un muro, calcular un porcentaje, escribir una carta, dibujar un esquema, orientarse por la posición del sol, usar una brújula, tocar un instrumento musical, meter las manos para no recibir un golpe, usarlas para evitar una caída. Suponer que muchas de estas cosas no tiene caso aprenderlas, porque para eso están los de otra ocupación o clase social, produce adultos clasistas y tarados.

Lo deseable es que todas las personas aprendan a usar las manos...

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