Germán Martínez Cázares / Histórico sobre histriónico

AutorGermán Martínez Cázares

El subcomandante Marcos es un disfraz. Una caricatura de revolucionario. Un pasamontañas bajo el que se esconde no Rafael Sebastián Guillén Vicente, sino una insaciable megalomanía. Es la pluma de la insoportable petulancia y la diatriba.

Volvió su espectáculo. Caminaron en algunos municipios de Chiapas cientos de zapatistas y reaparecieron sus escritos. ¿Qué busca Marcos? El mismo y peligroso objetivo planteado hace 19 años: con el anzuelo del reclamo indígena, desafiar al sistema de democracia liberal mexicano.

La "corrección" política y mediática se ha vuelto a rendir a sus pies. Otra vez los aplausos acríticos. Se reanimaron sus exégetas. Algunos de esos zarramplines, mientras ríen y glosan las gracejadas del "guerrillero", nos reclaman escuchar a su líder. Ya lo hicimos, y sólo eructa burlas.

La carta enviada por Marcos a don Luis H. Álvarez -ex dirigente nacional panista y miembro destacado de la intermediación en Chiapas- debería tener una puntual respuesta del Partido Acción Nacional. Callar frente a la mofa es indigno. Marcos califica a los panistas de "runfla de criminales", los acusa de "lucrar con la sangre inocente", y al gobierno de Calderón de "cogobernar con el crimen". Además, sugirió que don Luis pagó a sus informantes para hacer el libro Corazón indígena editado por el Fondo de Cultura Económica, donde el chihuahuense deja testimonio de su compromiso y andanzas con los pueblos indios de México.

En 1997 participé como diputado del PAN en la Comisión de Concordia y Pacificación para Chiapas. Conviví con Carlos Payán Velver, Pablo Salazar Mendiguchía, Roberto Albores, Gilberto López y Rivas, Javier Guerrero, Felipe Vicencio, entre otros; Luis H. Álvarez siempre fue prudente y jamás apartó la mirada del dolor de los indígenas. Don Luis y Heberto Castillo con su autoridad moral impidieron en 1994 mayor violencia. Los neozapatistas alzados contra el gobierno -recordémoslo para vergüenza de sus jefes- estaban armados rumbo al matadero con rifles de palo.

Es totalmente injusto regatearle a Luis Álvarez su contribución amplia y generosa a la construcción del México democrático. El país le debe infinitamente mucho más a ese hombre que a toda la comandancia zapatista. Debemos recordarle al subcomandante que don Luis encabezó en 1988 la lucha contra la cerrazón mediática a la oposición; para que él, un buen día, llegara y se sentara cómodamente a una entrevista en televisión. Con sus huelgas de hambre, su marcha por la mitad del país...

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