Los guerrilleros de la poesía

AutorGuillermo Sheridan

Octavio Paz Lozano ingresó en 1930 a la Preparatoria Nacional, en el viejo palacio de San Ildefonso, en el centro de la Ciudad de México, a los 16 años de edad. Poco después, a mediados de 1931, publicó el primero de los cientos de poemas que escribiría durante sus siguientes siete décadas de vida. Otro poema, escrito muchos años más tarde, "1930: vistas fijas", resume la actitud de sus 16 años en los primeros versos: "No buscaba nada ni a nadie, buscaba todo y a todos". Adolescencia: disponibilidad total.

A pesar de que México -país agrícola todavía- no padecería tan gravemente los desastres causados por el colapso del sistema financiero mundial en 1929, las condiciones económicas de la familia, sin ser precarias, ameritaban vigilarse. El joven leía ávidamente lo que quedó de la biblioteca de su abuelo luego de su muerte y las mudanzas. Hacía tiempo que su madre había dejado de cantarle canciones andaluzas, pero seguía siendo -y lo sería mucho tiempo más- una mujer hermosa. El joven Octavio buscaba con tenacidad la atención de su padre, el abogado, un remolino de agitación política y ebriedad. Su sentido de la justicia le parecía fascinante a su hijo, que se interesaba en su trabajo, escuchaba sus lecciones de derecho agrario, lo miraba atender a los indios que llegaban a su casa, lo escuchaba evocar a Zapata con sus amigos. Su hijo le arreglaba el escritorio al mediodía y a veces le ayudaba, tomando en dictado largas cartas o análisis jurídicos. Pero su padre no le hacía mayor caso.

El muchacho ya está "en guerra con el mundo" y es "frágil armisticio la lectura". Había pasado de Dumas y Constant a Balzac y, al llegar a los 16, aún más lejos: Los Episodios nacionales de Galdós lo atrapan para siempre. Y Dostoievski, Tolstói, Turguéniev. Si la novelística clásica le gusta, la poesía lo encanta: guiado por sus maestros, ingresa a Quevedo, a Lope y a Calderón, a los románticos, a Mariano José de Larra, a Pedro Antonio de Alarcón. Y ya después, en los encendidos patios de San Ildefonso, en las revistas, sobre todo en Contemporáneos, descubre a T.S. Eliot, a Saint-John Perse, a James Joyce. En las listas de lecturas de esa época suele acomodar también libros de Valle-Inclán y Gómez de la Serna, y poesía de Juan Ramón Jiménez, García Lorca, Guillén, Alberti...

Paz venía de otra escuela pública, la Secundaria Tres, en la avenida Chapultepec de la Colonia Juárez, la periferia inmediata del centro de la Ciudad de México. Como San Ildefonso, esa secundaria había sido antes un convento. Contra sus muros deslavados, Paz y sus amigos jugaban frenéticamente frontón de mano. Dejó un conmovedor retrato del director de esa...

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