'Habemus' mujeres

AutorRaquel Pastor

La Iglesia Católica tiene una deuda con las mujeres por ser éstas el principal agente evangelizador, tanto en el seno de la familia como en las parroquias, y debido al testimonio que dan muchas de ellas a través de su compromiso con los más necesitados. Sin embargo, en esta institución las mujeres han sido silenciadas, subordinadas, denigradas, acusadas de llevar al hombre al pecado, desexualizadas, en fin, discriminadas estructural, teológica y pastoralmente. La Iglesia, lejos de contribuir a la justicia y a la igualdad como lo proclama, ante la situación de desventaja de la mujer, "tomó los modelos de organización de la sociedad patriarcal y reforzó esos modelos con la argumentación teológica y simbología religiosa".1

Al respecto, las órdenes religiosas femeninas merecen especial atención ya que, a pesar de ser el sector más eficaz para hacer realidad los principios renovadores del Concilio Ecuménico Vaticano II y del compromiso de la Iglesia con los pobres en América Latina, Asia y África, es común que encuentren más dificultades que apoyo por parte del clero. Al respecto, el teólogo Hans Küng advierte que "a pesar de la falta de sacerdotes, las religiosas siguen teniendo prohibidas funciones de dirección dentro de la comunidad, y sencillamente se les niegan medios financieros suficientes para su formación, tal como llegan con abundancia a los candidatos al ministerio sacerdotal, de los dineros de la Iglesia".2

En un interesante libro sobre la crisis de legitimidad de la Iglesia católica y los desafíos que ello genera, el famoso defensor de los derechos humanos sudamericano Luis Pérez Aguirre destaca como un tema de agenda que reclama atención prioritaria, el de la mujer. "Superar el sexismo en la Iglesia es otra de las materias pendientes para hacerla creíble".3

La discriminación de la mujer en la Iglesia tiene que ver con otro tema de agenda pendiente: el del celibato obligatorio de los sacerdotes, ya que conduce a una relación de tensión poco natural entre los miembros del clero y las mujeres, aunado a la consideración de éstas como entes sexuales y tentación por parte del presbítero.

Estos hechos adquieren mayor relevancia ante el proceso de feminización al interior de la institución religiosa debido a la alta proporción de mujeres que asisten a los templos, que transmiten la fe en las familias, que participan en la enseñanza en las parroquias, las comunidades, como catequistas, visitadoras de enfermos, rezadoras, etcétera. Sin embargo, Pérez Aguirre percibe en la institución eclesiástica un miedo a la mujer que en realidad refleja el problema del poder dentro de la Iglesia. El autor se pregunta, como muchos otros, "... por qué la presencia de la mujer, siendo mayoritaria en casi todas las instancias eclesiales, no lo es en los niveles de decisión".4

Ciertamente, dentro de los importantes conflictos de la Iglesia católica está su relación con las mujeres y de manera particular con las del mundo moderno. El destacado teólogo Hans Küng advierte que el Papa León XIII, en 1885, retomó a San Agustín para declarar que el hombre era superior a la mujer y para mandar a éstas últimas a que "se sometan con obediencia casta y fiel a sus maridos, no para satisfacción del deseo sino para la reproducción del género humano y para la vida en común dentro de la familia" (Immortale Dei n. 867). Si bien el mismo Papa, en su encíclica social Rerum novarum de 1891, denunció las penosas condiciones de trabajo de mujeres y niños, además de condenar la explotación de los trabajadores por parte de los patronos, Küng advierte que la razón para hacerlo fue la consideración de que el sexo femenino "ha nacido para los trabajos domésticos", los cuales son "una poderosa defensa para la dignidad femenina" y "adecuados por la naturaleza para la educación de los hijos y el bienestar de la familia" (Rerum novarum n. 551).

Los sucesores de León XIII hasta llegar a Pío XII mantuvieron la concepción del sexo femenino influida por el iusnaturalismo de la Antigüedad y de la Edad Media. Es decir, la noción de mujer se limitó a su supuesta "constitución natural" como madre. Los pontífices fueron por ello incapaces de caer en la cuenta de la desventaja de este amplio sector de la población e incluso de la opresión que sufría en virtud de la preeminencia del hombre.

Con la llegada de Juan XXIII la jerarquía católica...

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