Hacerse pedicure es muy 'macho'

Lo único sobre hacerte pedicure es que no quieres ponerte las botas después. Además, tus pies resbalan en todo el zapato por todas las lociones y aceites", dice mi amigo Stephen, de 41 años.

Ultimamente estoy ganando algo de conocimiento sobre los espinosos asuntos de masculinidad, vanidad y mercadotecnia.

Pero si mis experiencias en el Nickel Spa para hombres en Manhattan y aquí sirven de algún indicativo, también hay algunas divisiones en la actitud entre hombres más viejos o más jóvenes, gay o hetero.

Los servicios terapéuticos como un masaje, parecen más aceptados en la sociedad, mientras que los que están enfocados a la belleza, como faciales, manicures, pedicures, parecen estar reservados para el reino de los hombres más jóvenes y urbanos.

Todo se lo debemos a un hombre

Pero esto está cambiando y los negocios sensibles al mercado, como los spas están listos: Cuando la estrella de futbol británica, David Beckham admitió que ocasionalmente se daba un manicure antes de un partido y después fue visto utilizando barniz de uñas rosa, los salones de Londres reportaron un aumento en hombres pidiendo su "mani", e incluso había un tratamiento denominado "El Beckham".

Yo creo que Beckham podría encajar perfectamente en Nickel, cuyo look industrial y fashion se diferencia bastante del adobe falso de Red Mountain.

Nickel es un spa de día que abrió en el 2001, uno de los pocos en el país que es exclusivamente masculino y su estética europea encaja con sus orígenes parisinos.

Cuando mi amigo Christopher Bellonci y yo entramos al lobby principal de este ex banco de Manhattan en el distrito netamente gay de Chelsea, el joven recepcionista, Franco, nos hace el check in y nos enseña el área de "tecnología de uñas", al otro lado de un vestíbulo azul brillante.

Mientras la música chill-out se oye de fondo, nos sentamos en los sillones y leemos revistas.

Dos hombres entran, se sientan, después se besan y uno de ellos es dirigido a su cita para masaje. Hago conversación con el que se quedó, George Quattlander, de 37 años y le pregunto si se siente extraño en lugares así.

"Me encanta ser consentido, te tienes que tratar bien", dice.

Nos sentamos en nuestros tronos, nos quitamos los zapatos y calcetines y nos enrrollamos los jeans para que dos mujeres rusas hagan su trabajo.

"Yo estoy bien, mientras no tenga que verlos... porque tengo los peores pies del mundo. Es un instinto no querer torturar a alguien más con ellos", dice Bellonci, mientras Galena lo...

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