El hijo bastardo de las bellas artes

AutorAndrés Tapia

La historia del cómic es tan compleja y fascinante que no se explica ni entiende que las palabras "banal" y "trivial" hayan fungido de sus aparejos durante la mayor parte de su existencia. Si bien es cierto que, en el Siglo 20, la cultura pop y la americanización de muchos aspectos del arte lo encumbraron como industria a la vez que degradaron como género, tales fenómenos no desvirtuaron su carácter lúdico-satírico-psicosocial, no medraron su capacidad para evangelizar potenciales lectores y mucho menos alteraron su singular esencia: ser la simbiosis de tres géneros artísticos. A saber: la pintura, la literatura y el cine.

Una serie de grabados alemanes en madera, anteriores al año 1550, son considerados como las primeras manifestaciones de lo que 350 años más tarde sería conocido como tiras cómicas. Dichas piezas, con un solo grabado cada una, al ser ordenadas secuencialmente desarrollan a la manera de una narrativa estática o si prefiere historia pictórica, temas tales como la vida de algunos santos, el acontecimiento de milagros contemporáneos, sátiras de amor mundano y acusaciones políticas inspiradas en contra de los judíos.

La reforma eclesiástica y las guerras religiosas que caracterizaron al Siglo 17, dieron lugar a muchísimas tiras de corte propagandístico y patriótico, las cuales rebosaban de los acontecimientos políticos de esa época. Se trataba de un fenómeno mal definido e irregular que, no obstante, conforme discurrió el siglo logró estabilizarse al grado de adquirir la forma típica de una pieza alegórica principal a la cual rodeaban zonas fronterizas de narrativa. Dos eran las vetas que explotaba: la moral pública y la privada.

En el primer caso, fueron las intrigas palaciegas y los relatos o crónicas de horrores militares los temas que mayormente obsesionaron los afanes de los precursores de las tiras, cartones o caricaturas, y de entre ellos puede nombrarse sin temor a yerro a Romeyn de Hooghe como el primer artista que abrazó con profunda devoción este género y quien mediante su trabajo dio cuenta, por ejemplo, de la persecución de los Hugonotes por parte de Luis XIV.

En lo tocante a la moral privada, las primeras tiras que la abordaron son de origen alemán y obran como una relatoría de diversas conductas criminales y el castigo público consecuente. En un principio (en el Siglo 16), la atención se centró en el recuento y descripción de los castigos públicos (algo por demás natural si se considera la profunda religiosidad de la época), pero al arribar el Siglo 18 los papeles se invirtieron y los reflectores se posaron entonces en aquellos individuos cuya profunda conducta antisocial y devastadoramente criminal los había convertido en un referente inevitable. Tiempo después estas circunstancias darían pie a la idealización de la vida del criminal y se convertirían en la piedra angular de las historias de detectives, subgénero que durante el devenir de la historia hallaría apóstoles extraordinarios, infames superchiceros y originaría un culto rayano en el fanatismo no por ello menospreciable.

La evolución del cómic no se detendría aquí: abrevaría un poco en toda Europa, mayormente en Inglaterra y Alemania, y se redefiniría y recrearía (no siempre en su beneficio) a finales del Siglo 19 en Estados Unidos, donde la disputa por el mercado lector que escenificaron Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst a través del New York World y el Morning Journal dio a luz al periodismo sensacionalista y convirtió al cómic en un medio de comunicación masivo. Finalmente, ya se ha dicho, el Siglo 20 le convertiría en una industria, sin soslayar el que algunos dibujantes y escritores pugnarían con su trabajo por convertirle en un arte.

El fin de la inocencia

El británico Alan Moore, un hombre cuya apariencia sugiere la idea de que su mente permanece cautiva de los años de la psicodelia, ha hecho suya la nostálgica consigna del back to basics y con ello reunido en una sola obra las obsesiones primigenias del cómic: exhibir las morales pública y privada. Se trata de From Hell, la novela gráfica de la cual fue adaptada la película del mismo nombre y que fue protagonizada por Johnny Deep y Heather Graham. ¿La trama? Un secreto a voces: el revisitado hasta el hartazgo caso de Jack el Destripador.

En tanto personaje al que la historia, la literatura, la cinematografía, el periodismo y la psicología, entre otras disciplinas, han dedicado miles de horas-hombre con resultados que van de lo sublime a lo ridículo, abordar desde una "nueva" perspectiva a Jack el Destripador, el asesino serial que victimó entre el 31 de agosto y el 9 de noviembre de 1888 a cinco prostitutas del barrio londinense de Whitechapel, supone ociosidad, ingenuidad y cierta temeraria fascinación por el ridículo.

Moore, sin duda, califica alto en todas...

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