Humberto Musacchio / Un país que es todos los países

AutorHumberto Musacchio

Francia acaba de conceder la Legión de Honor a Elena Poniatowska y a Guadalupe Loaeza, en grado de caballero a la primera y de oficial a la segunda. Se trata de dos mujeres con una poderosa presencia en el ámbito cultural mexicano y de dos escritoras que una y otra vez, a lo largo de varias décadas, han dado muestras de su pasión por Francia y todo lo que significa ese "país que es todos los países", según dice Javier Cercas en la estupenda novela Soldados de Salamina.

Al distinguir a esas mexicanas, de alguna manera desde París se nos premia a todos los mexicanos que, por encima de episodios negativos y aun trágicos, compartimos el viejo amor por la Francia que nos enseñó el valor de la libertad, la igualdad y la fraternidad; la Francia que desde hora muy temprana ha participado en nuestras mejores empresas humanísticas.

Ya en 1536, uno de los profesores del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco era el francés Joan Focher, doctorado en La Sorbona, universidad donde también estudió Joan Negrete, quien en 1553 se convirtió en el primer rector de la Real y Pontificia Universidad de México. A lo largo del virreinato fructificó la influencia del pensamiento francés en las mejores mentes novohispanas. Tal es el caso del cartesianismo en Sor Juana y en Sigüenza o de los enciclopedistas en Clavijero y en Gamarra, en Hidalgo o en Abad y Queipo.

Sobre las colonias españolas de América soplaron los aires de la revolución francesa, que abrió espacios y otorgó derechos a las mayorías. Aquella irrupción de las masas plebeyas en la historia desató el miedo de la casta colonial, que presionó al científico francés Esteban Morel, autor del libro Clave de la revolución francesa, hasta llevarlo al suicidio.

La fulgurante carrera de Napoleón le ganó las simpatías ciudadanas y loas de los poetas que publicaban en el Diario de México, donde lo llamaron "hijo predilecto de la victoria" y lo llenaron de elogios hasta que ocurrió la invasión de la península y Fernando VII se arrastraba a los pies del emperador francés. No por casualidad, los próceres de la independencia mexicana eran llamados por sus enemigos "agentes de Napoleón". Por supuesto no lo eran, pero sí resultaban deudores de la Enciclopedia y de la revolución de 1789.

No podía ser de otra manera. Las últimas décadas del virreinato se rigieron por las reformas decretadas por los borbones, los libros prohibidos se leían con avidez y el racionalismo adquiría carta de naturaleza en Nueva España con la...

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