'In Memoriam'

AutorFederico Reyes Heroles

Decía Alexis de Tocqueville que la fortaleza de una nación radica en la solidez de sus recuerdos y el poderío de sus sueños. Pero el recuerdo y los sueños de una nación se tienen que plasmar en palabras. Sólo la palabra permite reconocernos, compartir, ser en lo individual y en lo colectivo. Pero la palabra no cae de un árbol como fruto gracioso. La palabra necesita de ingenieros que consoliden los cimientos, de arquitectos que imaginen una forma y, quizá lo más difícil de encontrar, de un alma que sienta por sí misma y por los demás.

Cruzábamos el Atlántico en un buque allá por los años sesenta. Mira allí está Carlos Fuentes, vamos a saludarlo, dijo mi madre. Yo era un niño. Se conocían desde muy jóvenes del Servicio Exterior. Husmeaba en la biblioteca del barco cuando lo interrumpimos. Fue afable, vestía jeans, me pareció gozoso. Es un gran escritor fue la única explicación que recibí. Escritor pensé, qué misterio. Con los años comprendí que el quehacer de un escritor era ampliar el alma para sentir más y mejor y poder poner esos sentimientos en negro sobre blanco, atraparlos en palabras. El referente del escritor era Fuentes.

De Quetzalcóatl a Pepsicóatl escribió Fuentes en un libro tan arbitrario como brillante, Tiempo Mexicano. ¿Pero a quién se le ocurre algo así? A Fuentes que atrapó la tensión entre las tradiciones y la modernidad. Además en el título mismo de la obra delataba una de sus grandes obsesiones: el Tiempo, con mayúscula, no el que miden las agujas de un reloj, -¡qué fácil sería!- el otro, el subjetivo, el de Kant en el cual una mirada, un minuto puede transformar una vida y un siglo, ser un interminable pasmo.

"Tus dedos helados... sin tacto... tus uñas negras, azules... tus quijadas temblorosas... Artemio Cruz... nombre... 'inútil'... 'corazón'.. 'masaje'... 'inútil'... ya no sabrás... te traje adentro y moriré contigo... los tres... moriremos... Tú... mueres... has muerto... moriré". Son los últimos renglones de La Muerte de Artemio Cruz, novela icónica del laberinto social y emocional de la post revolución.

Allí Fuentes indagaba en los recuerdos, lo hacía para construir nación, para crear una identidad a través de la palabra, su gran obstinación. Decir las cosas, decirlas a tiempo y con un sentido final capaz de hermanar emociones, esa era la meta. Pero si la Revolución era tema arquetípico de la literatura mexicana de la segunda mitad de siglo XX, el retrato de una gran ciudad no lo era. Fuentes venía ya de La Región...

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