Isabel Turrent / Mujeres: tiempos de reflexión

AutorIsabel Turrent

Durante décadas, con o sin día internacional de la mujer, las festejadas celebramos sin reservas. Aquellas que habían nacido antes de la II guerra y habían abierto brecha a cuentagotas en las universidades y el trabajo, recordaban como si hubiera sido ayer -porque lo habían vivido- los obstáculos casi infranqueables que habían enfrentado para construirse una vida profesional fuera del ámbito doméstico y ejercer una creciente libertad. Una generación que aun necesitaba el "permiso" del padre o el esposo para estudiar o trabajar (y muy pocas lo hacían), que había transitado por largos noviazgos cargando al infaltable "chaperón" (y llegaba al matrimonio ignorante y virginal) y que no podía hacer ejercicio porque era "poco femenino" (la bicicleta era un vehículo no sólo demoniaco, sino causa de dolencias femeninas que era preferible no mencionar). Tomando con una mano la de esas mujeres, que se volvieron nuestras cómplices, y empuñando en la otra la píldora que nos permitió por primera vez en la historia decidir cuántos hijos queríamos tener y cuándo, las de la generación del 68 entramos a tambor batiente por la puerta que ellas nos habían abierto.

Estudiamos y nos incorporamos a la población económicamente activa sin pedirle permiso a nadie, mandamos a los chaperones a gorronear a otro lado y nos entregamos a los workouts de Jane Fonda como si fuera un desafío existencial cotidiano. No estábamos solas: oleadas de mujeres de uno y otro lado de la cortina de hierro rompieron en los setenta las fronteras del ámbito doméstico y los valores tradicionales, entraron a las universidades a estudiar lo que les gustaba y empezaron a ejercer como doctoras, abogadas o físicas.

Las protagonistas de esa revolución que se ha calificado como silenciosa cambiamos para siempre las percepciones tradicionales de género y de los derechos femeninos, los modos de vida y el entramado legal. Nos echamos encima, es cierto, una "doble carga" de trabajo. Ahora teníamos que atender a nuestra familia además de a nosotras mismas. Pero a diferencia de europeas y norteamericanas, las mexicanas contábamos con la mejor ayuda del mundo: la familia extendida. Había mucho que celebrar. Vivíamos en el mejor de los mundos posibles, aunque el mundo reconociera a regañadientes los beneficios de la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo.

Beneficios que son...

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