Jaime Sánchez Susarrey / Falacias y...

AutorJaime Sánchez Susarrey
  1. No es necesario ni útil implantar la cadena perpetua contra los secuestradores. Primero, porque el verdadero problema no está en la severidad de la pena, sino en la impunidad. El 99 por ciento de los delitos quedan impunes. Segundo, porque el secuestro es un crimen del fuero común. La reforma enviada al Congreso por el presidente Calderón es de orden federal y no se aplicaría en los estados. Tercero, porque todo esto se puede interpretar como una estrategia del gobierno federal para aparentar que está haciendo algo y ganar popularidad.

    Lo anterior es una verdad a medias. Todo el mundo sabe que la cadena perpetua no es por sí sola la solución. Pero la pregunta que hay que formularse es otra: ¿merecen o no los secuestradores que mutilan y asesinan a sus víctimas la cadena perpetua? Si la respuesta es sí, entonces hay que modificar la ley. Además, este paso en el plano federal impulsaría a las legislaturas locales a caminar en el mismo sentido. Y lo más importante: la aprobación expedita de esta sanción por el conjunto de los partidos políticos sería un primer mensaje para la delincuencia organizada. Ya basta, no habrá tregua ni cuartel, vamos con toda la fuerza del Estado.

  2. El combate a la delincuencia pasa por el combate a la pobreza. No será mediante policías, penas severas ni más cárceles como se solucionará el problema. Hay que ir a la raíz, y la raíz está en las condiciones de miseria en que viven amplios sectores de la población. Ésta es la tesis de López Obrador desde el 2000 al inicio de su gobierno en la Ciudad de México. La ha repetido, una vez más, a propósito del asesinato del joven Fernando Martí. Hay que subrayar, sin embargo, no sólo es de él. Se trata de un lugar común de una buena parte de perredistas y priistas.

    El razonamiento es completamente falso. No hay, de entrada, correlación directa entre marginación social y delincuencia. Las zonas más atrasadas de México, que se localizan en el sureste, no son las que tienen mayor índice de violencia o delincuencia. Antes al contrario, es en ciudades como México, Guadalajara, Monterrey y Tijuana, con mayores niveles de desarrollo, donde proliferan los delitos. Este razonamiento tiene, además, un supuesto clasista: los pobres delinquen porque son pobres, luego, todos los pobres son delincuentes. Lo que, obviamente, no es verdad.

  3. La inseguridad pública es una preocupación de las clases medias y los sectores acomodados. Son ellos los que la padecen por el clima de inconformidad...

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