Jesús Silva-Herzog Márquez/ Autogobierno
Autor | Jesús Silva-Herzog Márquez |
El autogobierno del pueblo es el idea que anima la idea democrática. Autogobierno: la sociedad que se adueña de su casa; el pueblo que es propietario de su destino y que no obedece a nadie más que a sí mismo. El autogobierno que es hoy urgente en México es otro: urge que el gobierno se gobierne a sí mismo. Que el autogobierno sea condición de gobierno no es proclama democrática sino exigencia política elemental. Si el monarca no logra coordinar las palabras de su dictado, si no tiene la capacidad para mandar entre sus ministros, si no tiene la fuerza para resolver los conflictos de la corte y mantener entre ellos sus decisión, si no puede mantener algún refugio de secreto, no reinará más que en sus sueños. Lo mismo puede decirse de cualquier otro poder: para gobernar hay que gobernarse. En el origen del malestar político nacional está justamente esta dolencia: el Presidente no preside ni su propio equipo. El gobierno no se gobierna. Desde dentro salen las denuncias que lo debilitan, la decisión de la mañana se recula por la tarde, el gabinete se rehace por hartazgo de los miembros y no por diseño del jefe, los pleitos internos no tienen sanción ni consecuencia. ¿Cómo puede gobernar un país un gobierno que no se gobierna?
Puede decirse así que la principal amenaza a la gobernabilidad del país está en el gobierno federal, en el ingobernado gobierno de Vicente Fox. No se ve el gobierno federal como un centro de decisiones, el motor que empuja el vehículo de la administración, el espacio en donde se resuelven problemas. No se ve el gobierno como referencia de certidumbres. Todo lo contrario: es un enjambre de contradicciones, un lastre que impide su propio movimiento, un proveedor constante de conflictos para consumo de la opinión glotona. Por supuesto, hay muchos otros problemas de la gobernación en el país: los partidos no encuentran su papel en el nuevo régimen, carecemos de centros claros de cohesión política, las instituciones requieren puesta al día. Es cierto, pues, que la niñez de nuestro pluralismo explica buena parte del entuerto. Cierto que no tenemos instituciones aptas para el trabajo coordinado. Cierto también que la sociedad política no está preparada para la exigencias democráticas. No hay dueño del poder y por tanto, no hay centro exclusivo de la acción. Sería absurdo pensar en responsabilidades únicas en el México del pluralismo. Pero es precisamente esta desaparición del mando soberano lo que exige el fortalecimiento de la...
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