Jesús Silva-Herzog Márquez / El místico y su partido

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Algo mucho más importante que la candidatura de Andrés Manuel López Obrador está en juego en la disputa judicial de estos días: es el sitio de la izquierda institucional en el espacio democrático. No es algo menor y rebasa con holgura el ámbito de las preferencias y antipatías personales. Independientemente de las emociones que nos provoque el alcalde de la Ciudad de México y de los juicios que hagamos sobre su actuación política, el curso y la desembocadura de este conflicto afectarán significativamente la constitución de nuestra vida democrática por lo que puede provocar en uno de sus protagonistas. La salud de nuestra vida democrática depende de la capacidad de sus instituciones de absorber demandas y dar cauce a la pluralidad nacional. Gravísimo sería que, del enfrentamiento judicial, se produjera la marginación de una de las fuerzas cruciales de la diversidad mexicana.

La responsabilidad entera de este severísimo problema es de Andrés Manuel López Obrador. El enfrentamiento con el Poder Judicial estaba cantado. La obstinación del alcalde llevaba curso de enfrentamiento con la judicatura. Tarde o temprano vendrían las órdenes de cumplimiento contra quien se ha dedicado a ignorar la palabra de la ley. La responsabilidad de esta crisis es del alcalde de la Ciudad de México. Ha sido él quien ha acumulado acusaciones y condenas judiciales por su orgulloso desprecio del orden jurídico nacional. Ha sido él quien ha encabezado la negligencia jurídica de un gobierno que olvida defender en los tribunales los intereses de la ciudad, al tiempo que dice custodiarlos en la tribuna pública. Los intereses de la ciudad también se defienden en la atención de plazos, la presentación de pruebas y el cumplimiento del cúmulo de exigencias procedimentales que el gobierno capitalino ignoró una y otra vez. Ha sido López Obrador quien ha levantado con arrogancia la bandera del puritano para esconder sus reiterados desacatos.

La retórica tiene consecuencias. Para el alcalde del Distrito Federal, el orden jurídico nacional es una telaraña de injusticias que hay que vencer para alumbrar el bien. La maquinaria de la legalidad no es más que un laberinto de corrupción y engaño. En su boca, el discurso de la descalificación es categórico. Sus ojos no ven más que el color de Dios y el color del diablo. Los jueces que dictan resoluciones con las que el señor está en desacuerdo son unos pillos; los abogados que defienden intereses contrarios a los suyos son coyotes de la...

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