Joseph Ratzinger: El Papa teólogo

AutorHéctor Zagal

Escribir de la Iglesia católica es difícil. Para los creyentes, la Iglesia es una institución divina, fundada por Jesús y guiada por el Espíritu Santo. Para los no creyentes, es un monarquía absoluta, una institución vertical. Para los primeros, representa consuelo y esperanza; para los segundos, una vana ilusión, otra institución de poder.

En cualquiera de los dos casos, el catolicismo es uno de los ejes culturales de Occidente, que no es un espacio geográfico sino un modo de pensar. El cristianismo empapa las costumbres y cultura de buena parte de América y de Europa. Por esta la razón, la abdicación de Benedicto XVI llama la atención de los medios.

En la historia de la Iglesia católica ha habido más abdicaciones. Todas ellas han coincidido con momentos difíciles de la institución: cismas, persecuciones, intrigas. Esta abdicación obedece, confiesa el Pontífice, a que no se encuentra con la salud y las fuerzas para seguir conduciendo a la Iglesia por un mundo tan complejo.

Joseph Ratzinger (1927) fue un profesor universitario. Este tic cultural marcó el estilo de Benedicto XVI. El controvertido discurso de Ratisbona (2006) ejemplifica esta actitud. Leyó una ponencia académica, citando en griego y mencionando a Kant. No hubo, me parece, ofensa al Islam. Basta con leer el texto completo. La intervención fue redactada para los académicos. Benedicto XVI no pensó el texto para los mass media.

En realidad, el talante académico permea la trayectoria eclesiástica de Ratzinger. Gracias a éste, allá por los años 60, llamó la atención del Cardenal Frings, el influyente arzobispo de Colonia.

¿Qué estudió Ratzinger? Filosofía griega, patrística y teología medieval, Sagrada escritura, pero también estudió a Jaspers y Heidegger, autores prohibidos en los tiempos del preconcilio, y a teólogos "sospechosos" como Barth, Rhaner y Congar.

Durante los tiempos del Vaticano II, Ratzinger y otros colegas publicaron un manifiesto en una famosa revista de teología. Se quejaban, dijo, de que "la Iglesia tenía las riendas demasiado cortas; hay demasiadas leyes, muchas de las cuales han contribuido a la falta de fe de este siglo, en vez de contribuir a su salvación".

Esta soltura chocó con el acartonamiento intelectual imperante en el Vaticano. "Yo opinaba que la teología escolástica tal como estaba, había dejado de ser un buen instrumento para la fe y nuestro tiempo -declaró antes de su papado-. En aquella situación, la fe tenía que abandonar el viejo Panzer y hablar...

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