Juan Enríquez Cabot / Contrastes...

AutorJuan Enríquez Cabot

Semana extraña de cinco viajes, incluyendo Cleveland, Ohio y Santiago de Compostela, España. Difícil encontrar dos lugares más distintos dentro del mundo desarrollado...

En Cleveland tócame hablar ante convención de expertos en asuntos cardiacos. Empezamos a las 7: 30 AM en un auditorio oscuro. Al frente cuatro gigantescas pantallas de televisión de tipo plasma, con alta definición pues.

En cada pantalla un quirófano transmitiendo en vivo. Cada uno de los cirujanos en jefe describiendo lo que estaba haciendo. Uno abría pecho completo, cortando costillas, abriendo esternón, parando el corazón del paciente durante más de media hora. La sangre circulaba, oxigenándose, por compleja maquinaria externa. Mucha sangre, mucho aparato, horas de abrir, meter nuevas venas y arterias, suturar, limpiar, cerrar. En lo que operaba, el cirujano mostraba enorme control y pericia, suturando, con pequeña aguja curva, nuevos canales sanguíneos en la parte trasera del corazón. A la vez comentaba por qué consideraba que este método era mejor que cualquier otro para muchos pacientes. Yo, no muy acostumbrado a desayunar con tales escenas, bebía pequeños sorbos de agua.

Muchos en el auditorio se mofaban. Observábamos en paralelo, en el quirófano dos, cómo otro cirujano hacia una incisión mucho menor para luego abrir vena tras vena. Mientras en pantalla fluía la sangre teñida con un colorante, el cirujano hacia pequeños cortes, y sacaba, cerca del corazón, grandes tapones de grasa que hubieran llevado a un ataque cardiaco. En lo que manipulaba pequeñas pinzas, el cirujano describía lo que hacía y le pedía al paciente que moviera sus brazos, o los dedos de los pies, y le hacía preguntas sobre temas del día. Cirugía compleja en la que se anestesia localmente y se mantiene consciente al paciente, para poder identificar de inmediato si hay daño o problema con el flujo sanguíneo al cerebro. El paciente hable y hable, y yo bebe y bebe pequeños sorbitos de café...

En el quirófano tres el cirujano ni siquiera abrió pecho. Hizo dos pequeñas incisiones, una en la pierna derecha y otra en el abdomen. A través de una de las venas fue metiendo pequeño tubo, que se veía subir en radiografías del paciente, hasta llegar al corazón. Al llegar a los vasos sanguíneos obstruidos, resulta que ese pequeño tubito llevaba dentro de sí un verdadero estuche de monerías. Primero una pequeña camarita, para estar seguros de que estaba en preciso lugar. Luego salía un pequeño filtro, para...

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