Juan Enríquez Cabot / Profetas...

AutorJuan Enríquez Cabot

Acaba semana non-sancta y siguen deambulando por gran desierto político tres profetas, el Cara Dura, el Irónico y el Ilumínati. Después de años de deambular entre tanto espino, entre grandes peñascos llenos de víboras e insectos ponzoñosos, no es sorprendente que muestren ya cierta fatiga, angustia y molestia. Se acercan a la tierra prometida pero cada vez la ven más lejos, el camino más duro...

Quizás por su aversión a todo lo que huela a santo, transparente y democrático, el profeta menor, el Cara Dura, se pasó esta semana atacando a sus propios seguidores. En triste cónclave flagelaba a sus pobres nazarenos gritando, amenazando, maldiciendo. Vaya, ni sus santas madres resultaron inmunes a la furia del Cara Dura. Muchos de sus acólitos, asustados, explicaron repentino ataque de diarrea verbal aduciendo que el profeta sufría revelaciones divinas. Quizás el taco de hongos que se tuvo que comer en el estado de México, o algún guiso tabasqueño, le llenaron la cabeza de demonios alucinógenos que le susurraban a los oídos "vas a tener más poder, vas a tener más poder...". El hecho es que fulminaba con visiones apocalípticas gritando al cielo "con o sin ustedes yo voy a ser Presidente".

Era tal su éxtasis, que el Cara Dura madreaba inocentes mesas por doquier demandando fuero eterno sólo para los suyos. Manotazos retumbaban y el profeta, usando la tremendísima voz del Dios Televiso, anunciaba que todos los seguidores de otros profetas o aun miembros de sus propias sectas serían condenados a un fuego eterno. Acto seguido los monjes del Cara Dura, en solemne sesión, observando al pie de la letra sus votos de silencio, aprobaron la lista completa de candidatos a beatificación en la Santa Iglesia de la Inmunidad Perpetua.

Mientras tanto, el profeta Irónico también sufrió semanita non-sancta ajetreada. Cansado de tanto sufrir en carne propia torturas medievales, este profeta intentó desviar penitencia hacia una linda monjita apodada la Poniatowska. De pronto, dulce y talentosa musa apareció frente al gran inquisidor Azcárraga quien decretó que se le flagelara en público.

Pero resulta que esta dulce monjita ya se había enfrentado, en 1968, a demonios bastante más peligrosos. Como unas cuantas flechitas no resultaron gran molestia, tuvo que salir el bufón de la corte, el enano Espino, a ver si podía distraer al público con linda hoguera. Intentó quemar libros, artículos, articulistas, historia y desde luego a la Poniatowska. Orgulloso declaraba: "Pobre...

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